Enigma Internauta | Capítulo 6: ¿Una obsesión por regresar a internet?

Enlace al capítulo 5

Un recorrido por el bucle en la pantalla

Ya mencioné en muchas ocasiones que este es un texto de filosofía práctica. Y esto no es solamente por una cuestión de pretensiones intelectuales. Existe algo para explicarlo.

La verdad es que puedo hacer muchas preguntas sobre la forma en que usamos internet, pero tengo pocas respuestas concretas para ofrecer. Si voy a estar dudando todo el tiempo, al menos puedo hacer el intento de parecer inteligente por eso. No existe mejor forma de conseguir ese objetivo que presentando el material como un acto del ejercicio de la filosofía amateur.

Y el acto de dudar es constante, ya ni siquiera estoy seguro sobre si hice ese mismo chiste de “parecer inteligente por dudar” múltiples veces en otro capítulo anterior.

Lo que si realmente falta explicar un poco más es porque digo que esto es un texto de “filosofía práctica” y no “filosofía teórica”. Aunque es cierto que usar filosofía a secas también bastaría, es divertido adornar un poco el asunto.

En una parte tengo que decir que este texto tiene algo de práctico porque es practicable. No es solamente un texto teórico, quiero que el material también se pueda aplicar a lo que hacemos en nuestra vida diaria. Todavía no hice muchos avances en ese terreno, pero intento agregar alguna que otra idea que puede resultar de utilidad para utilizar internet de una forma más mesurada.

Lo siguiente es decir que el texto es práctico porque intento analizar algunas de las cuestiones que describo pensando en mi propia experiencia navegando internet. Después de todo yo también estoy tratando de utilizar menos la red. Se trata de asuntos que experimento de una u otra forma.

Hago entonces todo lo posible por considerar y describir algunas de las sensaciones que me trae el estar tan permanentemente enganchado en la web.

Y por último considero que se trata de un texto práctico porque no me interesa solamente criticar una idea. Sería muy sencillo tomar una posición contraria a la tecnología, o mucho más sencillo ponerse catastrófico con el asunto de la dependencia a la red. Lo que estoy buscando es poner en discusión algunos de los usos que hacemos de internet, proponiendo alternativas a esas formas de utilizar la red que encuentro negativas.

No es un texto autobiográfico, se describe mejor como un ensayo práctico. Y en toda esa experiencia como internauta encuentro que existen al menos dos tipos de ciclos que tienden a aumentar considerablemente la cantidad de tiempo que pasamos en internet.

Pensando en eso último ya describí uno de esos ciclos creados al utilizar internet cuándo me referí al concepto de bucles de retroalimentación.

La idea de estos ciclos de retroalimentación se puede explicar fácil si lo pensamos desde algunas de las formas en que usamos la red. Imaginemos un caso que seguramente muchas personas pueden comprender por experiencia propia.

Supongamos que entramos a un sitio de noticias en linea, y en este sitio encontramos una página que nos indigna. Por cualquier motivo esa página nos llena de enojo o malestar. Para describir mejor ese momento, digamos que estamos en un “estado de indignación nivel 2” luego de leer o escuchar ese material.

Acto seguido buscamos los comentarios que existen dentro de esa página antes mencionada. Y descubrir estos comentarios nos lleva en nuestro fuero interno a un nuevo estado de indignación, pero ahora “nivel 4”. Duplicamos la indignación, y establecimos el patrón de nuestro próximo ciclo de consumo.

Para responder a ese nueva sensación de indignación que todo esto nos genera, empezamos a responder a estos mismos comentarios que encontramos. Tiene sentido. Ahora creemos que solamente respondiendo con más comentarios vamos a conseguir calmarnos. No hay forma de que esto termine mal.

Luego de varias idas y venidas reaccionando al contenido de ese sitio descubrimos que ahora estamos en “estado de indignación nivel 16”. Ahora nuestra velada se encuentra arruinada, nada de utilidad salió de la experiencia y no conseguimos modificar la opinión de nadie. Y para tan triste resultado solamente tuvimos que invertir cuatro horas de nuestra noche en eso.

Se puede descubrir fácil porque el nombre del ciclo se describe como de refuerzo.

En cada vuelta que el bucle hace nuestra reacción original resulta aumentada en su fuerza. En este caso por cada ciclo completado nuestra indignación duplica su nivel.

En algunos momentos tuvimos la oportunidad de cortar el ciclo, pero por lo general cortar el bucle se vuelve más difícil cuándo el mismo ya tiene mucha energía invertida. No es lo mismo interpretar una emoción al momento de sentirla que reinterpretarla uno o dos días más tarde.

Por lo demás también es difícil saber el momento justo para cortar el ciclo. Muchas veces el daño ya se hizo, incluso si pensamos que nos retiramos de una situación desfavorable a tiempo.

Internet parece tener una facilidad para crear este tipo de bucles, porque el tiempo que esperamos entre cada respuesta es prácticamente inmediato. Si una historia entra a internet podemos especular que la misma va a desarrollarse a máxima velocidad, y que de un modo u otro va a terminar premiando cualquier tipo de reacción rápida o extrema.

Puede discutirse que, siendo que no estamos hablando de un sistema cerrado, es posible que aparezca algo en el medio de este patrón de uso que corte el ciclo que estamos realizando . Una imagen de un perrito jugando o cualquier otra cosa que nos mueva en el caso del ejemplo de la indignación a la ternura. Pero puedo discutir diciendo que eso casi nunca sucede.

Una persona en “estado de indignación nivel 16” solamente va a buscar reaccionar a un nivel de indignación 16 o superior. Cualquier otro tipo de dato que se le presente en ese instante va a ser interpretado como un insulto a su percepción, y paradójicamente solamente va a colaborar para aumentar la indignación. Esto no siempre es así, pero las opiniones mesuradas parecen tener bajo valor de mercado.

Revisemos otro ejemplo intentando argumentar sobre la forma en que trabaja el ciclo de refuerzo.

Imaginemos una situación en la cual sentimos gran cantidad de ansiedad. En ese momento se nos presentan dos tipos de discusión en un foro en linea. Una de esas discusiones se titula “Todo va a estar bien en el mundo” y la otra tiene el título “El mundo se va a destruir en una semana”. ¿Al rededor de cuál de esas dos páginas vamos a gravitar?

La primera opción va contra el sentimiento que tenemos. la segunda refuerza nuestro estado de animo original.

Elegir la primera opción parece requerir más trabajo de nuestra parte, algo similar a tratar de avanzar con viento en contra. La segunda opción se ajusta exactamente a nuestro estado de ansiedad, por lo que elegir esa opción se siente demasiado fácil. Parecido a elegir un postre cuando tenemos ganas de comer algo dulce, parece la respuesta exacta. Por supuesto lo que vamos a experimentar después de elegir la segunda opción es un refuerzo de nuestra ansiedad original.

Pero si repensamos todo lo anterior, tenemos que establecer primero que el problema central se encuentra en nuestra actitud. Entregarle la culpa directamente a internet o al sitio que estamos visitando es de poca utilidad. Siempre en todo lugar vamos a encontrar opiniones contrarias a las nuestras. Y algunos sitios parecen dedicados a exagerar sus opiniones para causar algún tipo de reacción en el público. Por supuesto estamos hablando de ideas dentro de lo legal, nada extraño.

Sin embargo solo porque exista una opinión diferente a la nuestra no significa que tengamos que pasar las próximo cinco horas perdiendo la calma por eso.

Un buen ejemplo de lo anterior puede ser el caso del deporte. Un equipo de futbol puede ganar o perder, y siempre va a existir alguien esperando a burlarse del resultado. Pero no podemos echarle la culpa al futbol si nos enojamos con esas bromas. Depende de nuestra parte ayudar a llevar las situaciones por un mejor lugar.

Es triste mencionar que incluso sabiendo esto la actividad necesaria para escapar de un ciclo de refuerzo es muy difícil. Se necesita práctica y esfuerzo para mejorar. Pero creo que es buena idea alejarnos de algo aunque sea momentáneamente, al menos si sentimos que un ciclo contrario a nuestro bienestar comienza a generarse.

¿Por qué importa todo esto? Básicamente lo estoy pensando en relación a la cantidad de tiempo que pasamos en linea y al objetivo principal por el que nos conectamos.

Volvamos al ejemplo del futbol. Digamos que mi objetivo principal era entrar a internet para enterarme el resultado de un partido. Luego estoy toda la tarde discutiendo sobre los resultados en la sección de comentarios. Mi objetivo antes de iniciado el ciclo podría realizarse en menos de unos minutos leyendo tres palabras. Luego de perdido ese objetivo inicial, el asunto me deja pegado mucho más de lo que quería. Y mi estado sentimental es muy distinto en los dos momentos.

Por supuesto los ciclos ya descriptos podrían aplicar para cualquier otro sentimiento, desde felicidad hasta tristeza.

Además tengamos en cuenta que todo esto nos sirve principalmente como un modelo para pensar algunas de las ocasiones en las que nos encontramos navegando por internet. Incluso si los bucles que describo funcionan de esta manera, esto no significa que siempre que entramos a la red vamos a empezar a funcionar dentro de uno de estos ciclos.

Y antes de seguir es importante notar que algunos de estas situaciones también actúan a la inversa, apagando la intensidad del sentimiento original.

Esto anterior es fácil de comprobar si jugamos un juego de estrategia, e intentamos desarrollarlo hasta conseguir eliminar la última unidad de la computadora en una misma partida.

Lo más seguro es que en un principio el juego nos resulte todo un desafío. Pero al final vamos a lamentar no haber terminado esa partida mucho tiempo antes, en favor de empezar una nueva más rápido.

Lo que entiendo que ocurre es que agotado ese desafió inicial, el resto de la experiencia va a tener poco para ofrecernos más que una excusa para usar el tiempo. La dificultad se vuelve inexistente. Y si luego de unas horas nos ponemos a meditar sobre lo que estamos haciendo incluso llegamos a notar que la experiencia esta resultando sorprendentemente pesada. Poco queda de la emoción original, el ciclo de refuerzo se encargó de borrar el entretenimiento en cada vuelta del bucle.

En el ejemplo del portal de noticias que discutimos antes, el bucle aumentaba la indignación a cada vuelta. En el caso del videojuego, el ciclo se encargó de eliminar el sentimiento de diversión.

Lamentablemente una vez más conocer lo anterior ayuda, pero saberlo no significa que vamos a poder romper cualquier ciclo de estas características.

Yo mismo estoy escribiendo del asunto e incluso así me encuentro de tanto en tanto mucho más tiempo del que me gustaría en la red. Y todos esos momentos se pasan leyendo o viendo cosas que no me ayudan en nada y solamente profundizan sentimientos de tristeza o desesperanza que se multiplican.

Por eso muchas veces creo que empezamos a navegar la red esperando escapar de un sentimiento, pero luego al terminar solo encontramos que reforzamos el sentimiento original.

Pero dejando todo eso anterior de lado ¿Por qué toda esta larga introducción al capítulo?

Eso porque este capítulo va a dedicarse a otro tipo de ciclo que encuentro presente a la hora de navegar en internet. Pensar en la posibilidad de este ciclo nos va a ayudar a meditar un poco más en las cosas que nos hacen volver una y otra vez a la red. Vamos a poder explicar un poco mejor porque nos encontramos en internet incluso en las ocasiones en las que sabemos que navegar no es lo mejor para nuestro bienestar.

Opciones, calidad e internet

Internet captura nuestra atención, pero tiene que existir algo extra que nos haga volver por más. Sobre las opciones de eso extra se nos pueden ocurrir muchas respuestas. Entre esas respuestas podemos mencionar la siguiente: quizás hay algo en la promesa de una actualización inmediata de los datos que nos mantiene constantemente a la expectativa. Esa expectativa es el gancho que nos motiva a volver.

Teniendo eso en cuenta, un dato que consideramos basura en este mismo instante puede convertirse en algo valioso o divertido si esperamos unos segundos más. No podemos saber qué dato va a ser importante. Un baile inadvertido hoy puede convertirse en un video viral de un momento para otro con millones de visitas. Este mismo texto puede tener cero visitas hoy, y sorprender maravillosamente mañana al conseguir una o dos lecturas.

La posibilidad de esa futura transmutación, futura pero en apariencia inmediata, convierte lo que parece una pieza de información sin atractivo en una valiosa semilla que puede germinar en cualquier momento.

Y la idea puede expandirse hacia otros lados. Por ejemplo, tal vez hoy nadie me escribió ningún mensaje para hablarme a través de mensajería instantánea. Pero eso no quiere decir que pueda apagar el teléfono o la computadora para salir al mundo, porque el mensaje futuro podría llegar en cualquier momento. Se puede describir esto en la forma de una gran ansiedad por la espera de una respuesta de las personas que ya conocemos.

Creo que ya mencioné un caso similar antes, pero internet y el sentimiento de soledad van tan juntos como las pastas y la salsa de tomate. No se puede pensar internet sin pensar en la espera por un mensaje que tal vez nunca va a llegar. En ese caso internet funciona como un placebo, no cura el aislamiento pero consigue enmascarar el problema lo suficiente como para que la persona continúe adelante.

Todo esto anterior interpretado de una forma ligeramente filosófica, vale agregar. Pero pensemos un poco más el asunto. Si ningún dato puede ser descartado, cualquier cosa puede entrar fácilmente a nuestro ciclo de consumo internauta.

Revisemos lo anterior con una metáfora.

Del mismo modo que el uso de especias consigue volver más interesante el sabor de una comida, la red parece volver más llamativas cosas que de otro modo pasarían por poco gustosas o aburridas. En apariencia la sola actividad de mezclar algo con internet profundiza el atractivo de ese algo.

En relación a eso un conjunto de verduras que parecen aburridas al ser puestas en un plato se convierten en una ensalada profesional con el agregado correcto de una emulsión de vinagres y aceites. Las aburridas fotos de las vacaciones de alguien se convierten en la atractiva vida de una estrella de las redes sociales al ser puestas en internet con el agregado correcto de filtros y etiquetas. De otro modo una planta es solo una lechuga. Y una foto es solo un conjunto de puntos coloreados. Todo hasta que el material encuentra el contexto adecuado y la magia ocurre.

¿A dónde voy con esto? Pienso que la misma existencia de la red le aporta emoción a lo que la misma internet contiene. Considerar eso como cierto ayuda a explicar mucho de la forma en que utilizamos la red. Explica también porque pasamos tanto tiempo consumiendo información que nos nos llama la atención en otras situaciones.

De alguna forma siento que al estar conectado mi capacidad para evaluar la información por su calidad o el interés real que me genera disminuye. Tanto es así que puedo terminar perdiendo mucho tiempo en internet, incluso ocupándome por cosas por las que no perdería un instante si las encontrara por fuera de la red.

Primero pensemos que internet es excelente para ponernos en contacto con cosas que no esperábamos encontrar, aunque la calidad de las mismas cosas que encontramos puede variar. Y puede variar ampliamente. Una gran ventaja de internet es esa posibilidad de ponernos en contacto con ideas nuevas. Pero eso no mejora en nada nuestra propia habilidad para encontrar lo mejor entre todo lo que la red puede ofrecernos. Las ideas nuevas sirven de poco si no podemos encontrarlas.

Probemos algún ejemplo básico para explicar esto. Tal vez no comemos comida chatarra en nuestro día a día, pero si se nos ofrece una grasosa porción de papas fritas en una fiesta podemos permitirnos comer un poco. No pagaríamos por ese mismo platillo en un día común. Pero si la oferta es gratuita y es por una única vez, podemos disfrutar la ocasión sin pensarlo demasiado.

O digamos que en nuestra vida diaria nunca nos pondríamos a ver un programa de espectáculos que relata las ultimas novedades de la vida amorosa del cantante de moda mientras nos tomamos un té. Nunca se nos ocurriría encender la televisión para eso, buscar el canal, esperar a que termina la publicidad y otras pequeñas micro tareas. O puede ser que el tema este demasiado alejado de nuestros propios intereses.

Pero si nos encontramos en una cafetería por alguna circunstancia y la televisión se encuentra encendida, no tenemos inconvenientes en aceptar la misma información que de otro forma nunca buscaríamos. De hecho podemos llegar a notar el interés que esos shows pueden generar, y aprovechamos la escusa para degustar un poco del morbo por escándalos de alcoba y drama sentimental. Pero lo hacemos con el disfrute de quien sabe que se trata de una ocasión excepcional.

Ahora en el momento en que ingresamos internet dentro de la ecuación todo lo anterior se desdibuja completamente.

Y eso teniendo en cuenta que todo lo expresado no se refiere a una cuestión elitista. No intento burlarme sobre la vida sentimental de las estrellas de la música, o de las personas que buscan esa información. Sin dudas no intento burlarme sobre las papas fritas, una de las mejores comidas chatarras en mi opinión. Eso nunca. De hecho probemos hacer el ejemplo completamente a la inversa, aplicando la idea sobre un tema considerado intelectual.

Pensemos por ejemplo en el tema de la mecánica de buques para el transporte de mercaderías. Es un tema que pocas veces se cruza con secretos del espectáculo. En mi vida diaria no tengo ningún uso para esa información, nunca estuve ni cerca de ver un motor de un buque. Ni siquiera estoy cerca de subir o interactuar con un barco.

Pensado de esa forma el tema de la navegación marítima no cuenta con información que voy a buscar por mi propia cuenta. Tampoco me causa mucha curiosidad, comparado con otros temas. No pagaría por ver un documental sobre motores de buques, por decir algo.

Sin embargo pueden apostar que si me encuentro con una serie de videos sobre el tema de la mecánica de buques para el transporte de mercaderías en la red o de casualidad en la televisión, voy a terminar mirándolos.

Otra vez eso representa una mala idea, porque ni siquiera creo que podamos explicar bien porque hacemos eso. Realmente si alguien nos pidiera pagar para consumir esa información no lo pondríamos dinero.

Digamos una cifra concreta, alguien quiere que les paguemos cien dólares para vendernos información sobre la capacidad de maniobra de un buque transatlántico o por conocer el estado del divorcio de una celebridad. Puedo apostar que solamente un fragmento muy pequeño de la población pagaría por ese entretenimiento, son datos demasiado específicos. Pero si la información aparece gratis en la red, y solamente me pide tiempo para verlo, parece un excelente negocio. Cumple con la única excusa necesaria, la de ser información gratuita que me me mantenga utilizando internet.

Y una última aclaración. Realmente no existe ningún inconveniente en utilizar la información como una forma de diversión. ¿Te gusta conocer sobre la vida de las celebridades? ¿Te gusta ver documentales sobre buques y barcos? No hay nada de malo en ningún caso, es solamente algo de entretenimiento.

Lo que intento argumentar con el anterior desarrollo es que a veces nos encontramos como hundidos en ese tipo de información. Y eso tampoco sería problema, si no nos sintiéramos luego de una forma tan negativa al apagar la pantalla. Pero por supuesto esto no es algo que le ocurra a todo el mundo. Al final del día si un entretenimiento te da felicidad y no le hace daño a nadie, no parece haber razón para levantar anclas y cambiar de rumbo. Esa última referencia marítima me ocurre por ver tantas horas de videos de barcos, sabía que era una mala idea.

El atractivo mágico del drama

Esto es solamente una percepción sobre el asunto, pero existen muchos videos o textos que nunca hubiera revisado de no haberlos encontrado en la red. Y no estoy diciendo lo anterior en el sentido de “descubrí esas cosas por medio de internet y estoy agradecido de haberlas encontrado”. Todo lo contrario.

Me refiero más bien a que si esos mismos materiales los hubiera encontrado en mi computadora, guardados en un disco rígido, los hubiera creído una perdida de tiempo. Se trata de archivos que iban a terminar sin escalas dentro de la papelera de reciclaje.

Estoy con eso hablando de películas, comentarios, videos, ideas y entretenimiento que solamente pasaron el umbral mínimo de calidad porque la web me los presentó en una forma más o menos práctica y azarosa.

En eso la red me recuerda un poco a la antigua programación televisiva. La facilidad para servir el material es tan atractiva que de algún modo relaja los estándares de lo que aceptamos.

No es algo que siempre ocurra, pero es algo para tener en cuenta.

Ejemplo de lo anterior: es muy posible que no busquemos por nuestra propio interés imágenes reales del final violento y horrible de una persona.

El asunto no es particularmente informativo, para informarnos nos alcanzan los detalles de lo ocurrido. Y como diversión se trata de un asunto demasiado morboso, explotando el sufrimiento de alguien.

Pero si el noticiero de la televisión muestra esas imágenes violentas mientras estamos cenando, las recibimos casi sin pensarlo y las procesamos mentalmente como algo más de la jornada.

En cualquier otro contexto nunca hubiéramos pensado ver esas imágenes. Si tuviéramos que pagar directamente de nuestro bolsillo por eso, seguramente no lo haríamos.

Tal vez ocurría lo mismo en el pasado. A principios del siglo XX el espectáculo de la vida privada se alimentó primero de estrellas de cine y la radio. Luego de estrellas de la televisión. Más tarde de participantes de “programas de realidad” o reality shows. El círculo se fue ampliando cada vez más, para incluir e informar más noticias de la vida íntima de distintas personas. Hoy ese circulo de entretenimiento es tan grande que la vida privada de cualquiera puede ser analizada para generar contenido y publicidad.

Pero pongamos más ejemplos en la práctica, lo que intento decir es algo que creo experimentamos bastante seguido.

Existe una película en el cine. Para ir a ver ese film tenemos que cambiarnos, llegar hasta el lugar, hacer fila para entrar y otra serie de inconvenientes menores que se suman para ir contra la experiencia. Si el evento de la película no supera en calidad a la inconveniencia de ir hasta el lugar, preferimos directamente no ir hasta la sala para priorizar algún otro entretenimiento.

Ahora pensemos en esa misma película, pero ahora la encontramos por azar al cambiar de canales en televisión. Tal vez el largometraje no era lo bastante bueno como para salir hasta el cine, pero bien vale la pena verlo un rato al menos hasta que comience el corte comercial o hasta que experimentemos aburrimiento.

Se desprende de lo anterior que la facilidad de acceso a los datos a veces se aparece como una ventaja que incluso opaca a la calidad. Entonces extendamos el ejemplo hasta la red.

Por ejemplo imaginemos dos sitios web diferentes, ambos se encargan de ofrecer películas por suscripción. Uno de esos sitios ofrece quinientas películas para ver, mientras que la otra plataforma ofrece mil largometrajes. Si el precio es igual en ambos casos, la segunda plataforma parece un mucho mejor negocio… ¡es el doble de entretenimiento! Pero no podemos tener seguridad de eso, hasta revisar todo el catálogo. Puede darse una web tenga menos menos opciones, pero que las mismas sean de mayor calidad.

Sin embargo admito que tener la oportunidad de encontrar algo nuevo siempre es muy tentadora.

Ocurría lo mismo en la época donde los videojuegos venían en un cartucho. Algunos de estas publicidades decían algo como “999 juegos en 1”, lo que parecía una gran oferta. Al mismo precio de un solo juego puedo tener cientos de ellos. ¡Una gran oferta!

La triste realidad es que muchas veces esos 999 juegos eran la repetición de una misma decena de videojuegos con pequeñas variaciones, y pocas veces justificaba el gasto. La cantidad era una estafa.

Sucede que existen muchos datos que tenemos fuera de la red. Pero solamente les prestamos atención a esos datos cuándo los encontramos en internet.

Por supuesto esto no siempre es algo negativo. Un libro o una canción pueden parecer más atractivas cuándo las encontramos de esta forma. También encontramos lo que resulta ser una impresionante cantidad de recursos increíblemente valiosos. Usada con inteligencia, esa posibilidad de movernos entre datos puede enseñarnos o aportarnos muchas fuentes de entretenimiento.

Lamentablemente también ocurre que esa aparición constante de datos puede convertirse en la misma fuente de diversión. Por ejemplo, cuando se explota un “drama” entre estrellas de redes sociales. Es contenido en apariencia barato de generar, o al menos más barato que una película. Y la fuente de drama nos atrae como polillas a una lampara.

Pero ahora viene lo que más me interesa remarcar. De todo esto que discutimos podemos suponer que la red se nos presenta siempre con aparentes infinitas posibilidades. La calidad puede variar, pero lo que podemos elegir es mucho. Lamentablemente no creo que sea de esta forma, al meno cuándo lo pienso desde un uso cíclico. Y todo tiene que ver con la distribución de la información, y con el otro tipo de ciclos que dije iba a mencionar al principio de este capítulo.

Las distancias en el ciberespacio

La red es grande. Pero ¿Cuántas partes de esa gigantesca red visitamos?

Primero pensemos que existe lo que comúnmente se conoce en internet como “jardines cerrados”. Se trata de sitios que desalientan la idea de salirnos de ellos. Si se presenta un enlace hacia afuera, estos sitios tienden a evitarlos. Para ver los datos necesitamos registrarnos con una cuenta, o vamos a tener opciones limitadas de navegación.

Por ejemplo, una red social de videos no va a enviarnos a otra red social de videos para recomendarnos algo diferente. Quiero decir, puede parecer evidente y tal vez existen casos contrarios, pero en lineas generales es así. Un foro va a querer que discutamos nuestros asuntos dentro del propio foro, y no afuera. Para poder acceder al formulario de búsqueda vamos a tener que crear una cuenta en el sitio web. Y si tratamos de publicar el enlace de nuestro blog en una red social, potencialmente va a tener menos éxito que si publicamos el texto para que sea leído dentro de la misma plataforma.

Pero realmente no importa cuánta información exista si siempre realizamos los mismos itinerarios. Nuestro circuito es el que termina formando el tamaño de la red. Y la variedad de información se reduce todavía aun más, porque dentro de cada plataforma creamos nuestros propios espacios o rutinas. Para el caso no importa si en un restaurante la carta tiene doscientas recetas si siempre pedimos el mismo plato.

Puede ser que una red social tenga videos que van desde baile clásico hasta reseñas de tecnología, pasando por cocina o bromas callejeras. Pero de todos esos videos, solamente uno o dos tópicos van a responder a nuestros propios intereses. A los efectos reales el resto que se ofrece es parte de esa variedad que funciona como un plus decorativo, pero es algo que no vamos a revisar prácticamente nunca.

Todo eso sin contar con la existencia de algoritmos u otros mecanismos que se dedican a mantener las recomendaciones de un sitio en relación con mis búsquedas pasadas. La sola fuerza de esas recomendaciones parecen conseguir empujarnos a través del sentimiento de aburrimiento que la red llega a inspirarnos. En internet el tiempo vuela incluso cuando no te estas divirtiendo.

Revisar diez veces el mismo sitio… bueno, once veces

En muchas oportunidades a lo largo del texto utilicé la palabra “compulsión” como una suerte de alternativa a la palabra “adicción”. Y lo hice con la idea de hacer el texto un poco más ligero en su lectura. Pero para eso tuve que usar como sinónimos palabras diferentes, nociones que merecen una consideración más detallada.

La pregunta que tenemos que hacernos es “¿qué nos hace volver una y otra vez a internet?”.

Pensemos en dos posibles opciones. Podemos volver una y otra vez a algo para:

1- Acercarnos a una situación placentera.

2- Alejarnos de una situación que nos hace daño.

Esa especie de doble movimiento aparece una y otra vez si consideramos la forma en que utilizamos internet.

Pero volvamos un poco más atrás. Sumemos esas dos posibles opciones con las ideas de adicción y compulsión.

Las adicciones parecen más relacionadas a la opción número uno. En ese caso el objeto o el comportamiento adictivo nos pone mas cerca de un sentido de bienestar, felicidad o incluso euforia.

Por un ejemplo de esto, podemos imaginar al alcohol y el tabaco como fuentes de placidez o relajación para una persona. Podemos igualmente pensar en alguien que no puede esperar a que llegue el momento de jugar a las cartas de vuelta porque solamente apostando siente emoción o tranquilidad. O pensemos en alguien que no pude despegarse de la pantalla, en internet encuentra una calma que no disfruta fuera de la red.

Todo esto parece ocurrir con sustancias o actividades que al menos en un primer momento son placenteras en si mismas. O al menos resultan placenteras para el organismo, consiguiendo dañar a la persona solo a lo largo del uso repetido. Para el caso, un juego de azar o una bebida alcohólica revisadas por separado son creadas como fuentes de entretenimiento. Acumuladas en el tiempo son fuentes de infortunio. Incluso un poderoso anestésico puede ser parte de una adicción, cuando se remueve del ámbito de la medicina y se utiliza para alterar la conciencia.

En general el objetivo de estas sustancias mencionadas antes es el de estimular, relajar o entretener. Luego el perseguir repetidamente la actividad entra en la forma de una adicción para alguien.

Por otra parte las compulsiones se pueden considerar más cercanas a la segunda opción. Una compulsión puede ser esa actividad que consigue movernos fuera del peligro o del temor.

Podemos pensar por un ejemplo de compulsión en alguien que necesita revisar cada interruptor de luz de la casa diez veces antes de salir por miedo a dejarlas prendidas. O imaginemos a una persona que abre y cierra la puerta múltiples veces por temor a que entren a robarle. Lo mismo podemos imaginar a alguien que se higieniza decenas de veces las manos por miedo a enfermarse.

En la mayoría de los casos la persona entiende que repetir la acción no va a cambiar el resultado. Solamente con gran esfuerzo consigue impedir realizar estos movimientos. La compulsión, con mayor o menor fuerza, le lleva a realizar una y otra vez una secuencia para aliviar un sentimiento que entre otros puede ser de amenaza o riesgo.

Si intentamos considerarlas de manera aislada, las actividades que constituyen una compulsión no parecen placenteras en si mismas. Pero aunque estas actividades no haya sido creadas con el objetivo original de ser agradables, las mismas se realizan por el efecto que causa en la persona. Y la actividad parece completamente arbitraria, solamente tiene sentido para quien la realiza.

Puede entenderse por ejemplo la idea de lavarse las manos para evitar una enfermedad. Pero solo al entrar en compulsión se convierte en una suerte de ritual que pierde su explicación fundamental. El hecho de repetir el movimiento un número determinado de veces o en un orden particular puede variar completamente según quien lo hace.

Es por esto que los lazos entre la actividad compulsiva y la persona parecen más difíciles de describir que los lazos establecidos durante una adicción. Eso al menos desde una descripción superficial de la situación.

Por supuesto todo lo anterior se encuentra simplificado de manera exagerada por mi parte. Hay mucho más en el estudio de todo esto, y no estoy haciendo ningún tipo de análisis académico o profesional. Solamente me interesa establecer el tema de la forma más sencilla que puedo. Encontré distinciones similares a estas en otras partes mientras leía sobre el tema.

Habiendo mencionado esto, necesito que sigamos meditando un poco más en estas diferencias para poder traer el asunto de los ciclos de compulsión al tema de la adicción a internet.

Una adicción cumple la condición de acercarnos a una situación placentera. Pero puede argumentarse a la inversa sin problemas. Se puede decir de la misma forma que la adicción funciona para alejarnos de una situación que nos desagrada. Este podría ser el motivos de una persona puede buscar estar en linea más de lo que le gustaría solo para escapar del dolor que le causan sus problemas.

Podemos notar con esto que es bastante difícil responder a la pregunta “¿qué nos hace volver una y otra vez a un objeto/situación?”. Eso aunque la misma pregunta parece bastante directa en la superficie.

También tenemos que tener en cuenta que en algún punto de su desarrollo, la adicción busca evitar el dolor que la misma adicción genera. Otra vez la figura del bucle.

Alcanza con pensar en la dependencia física de una adicción. Esto es porque la búsqueda del alivio no es por el placer directo, sino por evitar el malestar que la misma falta del objeto de la adicción genera en la persona.

Esto último resulta en el concepto de abstinencia, que por ejemplo en el alcoholismo o en otras sustancias desarrollan toda una serie de síntomas específicos. Aunque en ese caso el acceso a la sustancia o a la actividad ya engloba toda otra serie de análisis que superan los límites de este modesto ensayo.

Y el mismo cruce puede pasar en nuestra consideración de la compulsión. Alejarse de la sensación de peligro puede describirse en la misma oración como pasar del desagrado al placer.

Ahora bien, finalmente lo que me interesa de todo esto es poder traer esta idea de compulsión al territorio del uso de internet.

Estoy especulando bastante sobre el tema. Pero pensemos por un momento que si encontramos comportamientos compulsivos obsesivos fuera de la red, bien es posible pensar que también existen toda otra serie de comportamientos similares dentro del ciberespacio.

Y en lugar de encontrarnos revisando una y otra vez si la puerta se encuentra cerrada, nos encontramos revisando una y otra vez revisando algún detalle de un sitio web.

Los mismos problemas compulsivos se trasladarían luego a la realidad virtual, si queremos seguir especulando todavía más.

Hasta el momento nos habíamos estado manejando con una imagen de una persona en particular. Esa persona encontraba en la internet un escape a sus problemas. O incluso si no tenía problemas ocultos, encontraba en la red un pasatiempo muy difícil de rechazar. Y eso le llevaba a pasar en linea mucho más tiempo del que se había planteado al empezar.

Pero en todos esos casos antes mencionados internet invariablemente se mostraba como una ventaja que luego perdía sus beneficios.

En ese cuadro de la situación incluso podía considerarse internet como una actividad accesoria. En su lugar bien podía estar otra actividad placentera como los videojuegos o incluso cualquier otra sustancia con el potencial de alejar a la persona de sus problemas o aburrimiento y acercarla a un estado emocional diferente.

Ahora con todo lo que discutimos sobre compulsión, estamos en el punto de poder imaginarnos a otra persona alternativa a la anterior. Esa persona entra en un ciclo arbitrario del uso de la red, y lo hace con un itinerario que solamente tiene sentido desde su propio punto de vista.

Siendo que el ciclo es arbitrario, puede tomar cualquier forma pero tiene que repetirse de una manera determinada.

Tal vez ese ciclo implica revisar una serie de sitios web en un orden determinado, o necesita revisarlos cada cierta cantidad de tiempo. Los motivos para hacerlo se centran en evitar algún mal futuro, o alejarse de alguna situación peligrosa. Pero los motivos pueden ser variados.

En este caso teórico de compulsión que estoy aventurando tengo que suponer que la persona no encuentra una alternativa a su ritual. Sospecho que no hay una actividad o sustancia distinta que pueda ocupar el lugar de este habito. El mismo habito es tan arbitrario que es difícil de reemplazar, a diferencia del caso dónde suponíamos que alguien podía por ejemplo dejar internet para ocupar su tiempo en videojuegos.

Si bien no tengo en este mismo momento mucho más para ampliar la idea, quería mencionarla para establecer otro posible forma de experiencia negativa que puede surgir al navegar la red.

Desde afuera toda la situación puede llegar a mostrarse como una posible dependencia a internet, siendo que le va a resultar muy difícil a la persona alejarse de la pantalla. Pero los detalles en cada caso son diferentes, y de existir esta ramificación de problemas las soluciones tiene que ser en alguna forma diferentes. O eso supongo después de todo esto.

Un itinerario perfectamente definido

Antes de cerrar este capítulo, quiero volver a revisar otro concepto que ya discutimos brevemente.

Dije que la red puede ser grande, pero que de todas formas nos movemos por caminos conocidos. Y eso hace que internet se nos aparezca más pequeña de lo que es. Esto puede ocurrir o no, es valido pensarlo de otra forma. Pero podemos describir la idea de estos caminos conocidos dibujando algunas situaciones.

Por ejemplo imaginemos que una persona por la mañana tiene la siguiente rutina:

  1. Despierta y se levanta.
  2. Enciende el celular o la computadora para conectarse a la red.
  3. Va a cepillarse los dientes.
  4. Utiliza el baño.
  5. Prepara un desayuno, un té con algunas tostadas.
  6. Come el desayuno mientras utiliza la red.

Hacemos este tipo de ciclos siempre iguales, análogos a rituales que hay que terminar todos los días. Al tratarse de una costumbre, parece que es algo que no podemos cambiar de orden o interrumpir sin sufrir una cierta cantidad de angustia.

Para nuestro ejemplo, la rutina se vería quebrada en la ocasión de cepillarse los dientes antes de prender el celular y revisar los mensajes. Esa modificación del orden resulta en una sensación extraña, como de algo que se rompe en nuestra forma de entender las cosas. Por supuesto la cantidad de angustia va a ser diferente para cada persona.

Por otra parte, la ocasión de una rutina incompleta puede llegar a arruinar completamente una jornada entera. Por ejemplo, una mañana en que la persona de nuestro ejemplo duerme de más y eso le obliga a salir sin desayunar o sin realizar un poco de esparcimiento en linea. Ese pequeño cambio de humor puede expandirse hasta que el ciclo se reinicia.

Ocurre que una vez que la rutina comienza, la seguimos irremediablemente hasta el completarla. Eso a menos que algo sorpresivo le ponga un corte. Y si algo la interrumpe, ese cambio afecta nuestro estado sentimental y el modo en que realizamos todo lo que sigue.

El proceso de la rutina parece ser en parte maquinal. No pensamos mientras encendemos el celular luego de abrir los ojos, como tampoco pensamos en la técnica que usamos para untar las tostadas de mermelada. El procedimiento para armar el mate o preparar el café también esta integrado en la rutina, no reflexionamos en lo que hay que hacer. Simplemente se hace.

El resto del día se compone de otras múltiples rutinas, algunas más rígidas que otras.

A la vez no todas las rutinas son igual de saludables. Y no todas las rutinas tienen un horario del día determinado para iniciar o finalizar. Por ejemplo podemos pensar en una persona que se come dos caramelos cuando se pone a escuchar música o a leer una página de una novela. Ocurre en cualquier momento, pero es una rutina establecida, arbitraria y en el momento en se inicia el ciclo se activan las otra partes del hábito. Para el cerebro empezar a escuchar música se vuelve entonces inseparable del acto de comer dos caramelos.

Por supuesto estoy simplemente revisando superficialmente este tema, para poder expandirlo a la utilización que hacemos de la red. Voy a completar el resto del capítulo pensando en eso.

Pensando en el ciclo de compulsión y costumbre en la red

Este tipo de ciclos que estoy tratando de describir ahora, más cercanos a la costumbre o a la compulsión, no parecen activarse de la misma forma que los bucles de refuerzo.

En el caso de los ciclos de refuerzo el tiempo que pasamos en la red depende de la fuerza del estimulo que reciben nuestras respuestas. A mayor el estimulo, mayor necesidad de responder y más motivaciones tenemos para seguir navegando.

Pero en este caso de ciclos por habito, la duración del tiempo en linea es más o menos siempre similar. Los mismos hábitos parecen no poder interrumpirse sin provocar gran malestar, hay una compulsión por mantenerse navegando.

Y todo el asunto pude parecer muy similar a una adicción a internet, al menos en la forma en que los estoy describiendo en este texto. Pero la motivación que encuentra la persona para seguir navegando es muy diferente. El ciclo de compulsión parece cerrado y se refuerza a si mismo sin necesidad de interactuar con el exterior.

Buscando ejemplificar lo anterior podemos pensar en una persona que se pone frente a la computadora o su tableta, y realiza el siguiente itinerario:

  1. Revisa las últimas noticias dentro del diario en linea donde ya tiene suscripción.
  2. Entra a un sitio de comercio electrónico, y encuentra nuevas ofertas de ropa.
  3. Inicia sesión en la misma red social de siempre, y ve las historias de sus contactos.
  4. Revisa los últimos mensajes en el foro de su pasatiempo favorito.
  5. Ingresa en un sitio de videos, y se pone a ver los últimos videos de los canales que sigue.

Ese es el total de su itinerario. No parece haber nada especialmente llamativo en la secuencia, todas actividades bastante placenteras. El acto de navegación en la red parece libre, pero muchas veces se encuentra atado a una rutina que bien puede ser similar a esa.

Lo llamativo del caso es que solamente una vez terminado el ciclo puede la persona ponerse a hacer otras actividades y continuar con sus otras tareas diarias. Terminar con la secuencia antes de tiempo es una posible fuente de angustia. La intranquilidad puede venir por algo sin ninguna relación con el ciclo, o puede venir de la misma idea de no poder completar una de estas series de forma exitosa.

Las partes del ciclo pueden resultar placenteras si se las considera por separado, pero pierden todo sentido cuando entran en un estado de compulsión. La rutina de navegación se vuelve tan rígida que llega a asquear a la persona, pero un miedo desconocido le empuja a repetir la secuencia una y otra vez.

Y cuanto más fuerte el sentimiento de malestar del que se aleja la persona, con mayor tenacidad va a seguir el ciclo hasta completarlo.

Lo primero en notar es lo similar entre las dos rutinas, la que hacemos en la vida real y la que hacemos en la red. Por supuesto una rutina no tiene porque volverse compulsiva. Con todo no hay que dejar de considerar que una simple rutina de navegación puede dejarnos frente a la pantalla mucho tiempo más del que consideramos necesario para nuestro bienestar.

En ambos casos, dentro o fuera de la red, el ciclo tiene un orden determinado, un orden que no tiene una verdadera explicación concreta.

Si nos ponemos simplemente a describir la rutina antes mencionada desde el exterior, puede parecer que resulta lo mismo visitar el sitio de compras antes o después de comprobar las nuevas historias de la red social. Pero lo mismo puede decirse de la diferencia entre prender el celular antes o después de comer el desayuno. El peso del sentido de la rutina solo puede ser detallado por la persona que experimenta el ciclo. La rutina solo se explica verdaderamente para quien la realiza.

Sin embargo una vez establecido el orden parece ser imposible de cambiar, a riesgo de llevarnos una extraña sensación de una rotura interior. Para la persona del ejemplo el orden de la secuencia es exacto. Pero las reglas son tan poco racionales que nunca parecen poder cumplirse satisfactoriamente .

Lo siguiente es que en este caso el ciclo tampoco puede romperse en cualquier momento. Me parece que esto es lo más importante del asunto, o al menos lo que más se relaciona con el uso desmedido de la red.

Digamos que la persona del ejemplo entra a revisar las noticias en la web, utilizando para eso el mismo sitio que siempre forma parte de su rutina. Aunque esa fue su primera intención, solamente enterarse de las noticias de actualidad, lo más seguro es que no va a poder detenerse hasta completar el ciclo en su totalidad. El ciclo de la costumbre se desenreda como una madeja de lana, desde el principio hasta el centro del ovillo. Es como una secuencia de ordenes que no puede detenerse una vez activada, y que siempre va a llegar hasta el final.

Entonces la intención de la persona puede ser solamente ver las noticias. Pero luego va a seguir hasta ejecutar su programa en totalidad, buscando ofertas, y luego redes sociales, y luego…

Los distintos ciclos pueden confundirse, y pueden empezar a diferenciarse solo al analizarlos en detalle. Solamente tenemos que imaginar a una persona que busca escapar de algún tipo de peligro que solo puede evadir al cerrar momentáneamente su bucle personal. Nada más cambia que en lugar de lavarse las manos un cierto numero de veces, la persona con una compulsión dentro de la red necesita visitar una serie de sitios realizando una exacta cantidad de pasos determinada.

La parte compulsiva del asunto se encuentra en que todo el ciclo tiene una duración determinada. La búsqueda no es libre, siempre contiene el mismo recorrido o uno muy similar. Siendo esto así, imaginemos que toda la rutina del punto uno al cinco dura al rededor de una hora.

Por supuesto no podemos asegurar que la duración de un bucle sea siempre igual. Pero como el itinerario esta establecido, la duración tiene que ser muy parecida cada vez.

Podemos adivinar el lapso de tiempo que va a tomar la serie de pasos realizados por la persona dentro de internet. Esto es porque el tamaño de su red es limitado. Encuentra historias nuevas en las redes sociales, pero solamente las historias de las cuentas que sigue. A menos que ocurra una circunstancia excepcional, el número de noticias en un periódico en linea se mantiene más o menos constante. O para el caso de un foro de discusión sobre un tema particular, la persona solamente quiere conocer de los temas que se perdió mientras dormía. Podemos suponer que el número de temas en un foro en particular se encuentra constante, a menos que ocurra algo muy importante.

Pero esto último depende completamente de los hábitos de utilización de internet. Muchas páginas utilizan una forma de “scroll infinito”, dónde siempre aparece un dato nuevo mientras movemos la pantalla hacia abajo. En esos casos el ciclo puede romperse por algún tipo de señal específica que solamente la persona conoce.

En esos casos de un ciclo de scroll infinito podemos imaginar que tal vez la persona busca algún tipo de sonido o imagen específico que le permita dar un nuevo paso dentro de su itinerario secreto. Quizás ni siquiera la persona conoce cual es ese elemento, pero solo cuando lo encuentra puede continuar con otra cosa. Un ejemplo podría ser por ejemplo una persona que decide navegar en un sitio hasta encontrar un último titular favorable a su ideas o una última oferta por debajo de cierto precio. Solamente al quebrar esa barrera imaginarse las reglas de su rutina le permiten pasar al siguiente nivel del ciclo.

¿Qué ocurre entonces? Digamos que la persona quiere revisar solamente las noticias porque tiene diez minutos antes de empezar otro compromiso. Parece una actividad rápida, un poco de esparcimiento matutino. Pero una vez empezado el ciclo, ya sabemos que el mismo se va a extender hasta ocupar una hora completa. Y eso porque una hora completa es la duración regular de ese bucle en circunstancias comunes. Se le aparece entonces esta actividad como una fuerza que no puede comprender, y que le domina desde su interior hasta completarla. Entonces algo tan simple como volver a la red puede sentirse como una raíz de remordimiento.

Ahora la persona siente que no puede detenerse, incluso si lo quiere hacer, a riesgo de sentir un gran malestar. Pero si consigue completar la rutina un breve alivio le acompaña, hasta empezar a girar dentro del bucle de vuelta.

De esta forma ocurre que visitar una serie de páginas se vuelve una costumbre, un ritual que empieza y termina en círculos.

En mi experiencia esto se conecta entre otras cosas con los videojuegos, la idea que necesitamos por ejemplo completar un nivel al 100%. Tal vez empezamos a jugar prometiéndonos una simple partida rápida. Pero una vez que se activa esa necesidad de completar el ciclo hasta su cierre, seguimos jugando hasta conseguir el último secreto del escenario. Frenar simplemente no aparece en el menú.

Creo que esto es algo a tener en cuenta porque puede arruinar nuestras mejores intenciones para modificar la forma en que usamos la red. Tenemos que meditar sobre la idea de la existencia de estos posibles ciclos.

No importa mucho si denominamos a estos ciclos como una costumbre o una compulsión, solamente quiero meditar sobre el tema. Si existe una costumbre y no notamos la presencia del ciclo, vamos a perseguir las mismas páginas web y los mismos juegos una y otra vez.

La primera forma en que esto nos afecta se encuentra en que nunca vamos a encontrar un buen momento para romper la rutina. Esto si juzgamos la oportunidad de cerrar un bucle pensándolo desde la misma rutina.

Por ejemplo, vamos a decirnos algo como “voy a dejar de entrar a ver las ofertas de ropa cuándo encuentre las últimas tres mejores ofertas”. O también algo similar a “prometo dejar de visitar este sitios de noticias cuándo me entere del último escándalo del partido político que no me gusta”. Pero ocurre que el último escándalo o la última oferta nunca van a llegar, siempre va a existir una nueva mañana. Depende de nuestra propia actividad frenar la rutina, y empezar a crear otra forma de utilizar internet.

Por otra parte, el esfuerzo de terminar con una rutina también nos puede dejar en un encierro. Este bloqueo aparece cuando pensamos en que vamos a poder terminar con un ciclo solamente al haber concluido el mismo ciclo de forma perfecta. Algo así como buscar la despedida ideal, la cual nunca va a materializarse porque la misma no existe.

Por ejemplo la persona puede decir “ayer no pude ver todas las historias de mis contactos en la red social, no quiero abandonar mi rutina antes de revisar todo”. Y con eso se puede crear la sensación de que romper la rutina tiene que ser un evento en si mismo. Quiero llevarme el recuerdo de la última foto, si es la última vez que voy a entrar a esta red esto tiene que ser perfecto. Quiero que la última vez que realizo este ciclo sea especial.

Pero sabemos que cuando la persona entre a ver las historias o las publicaciones que le faltaron conocer ayer, también va a querer encontrar las nuevas de hoy. O va a encontrar cualquier otra excusa para explicarse internamente porque la rutina esta vez fue no alcanzada en su extensión completa. Y por eso va a tener que repetirla otra vez más tarde. Pero todo ese razonamiento no hace más que comprarle un nuevo pasaje para retomar el ciclo otra vez.

En esos casos descriptos los esfuerzos por romper el ciclo compulsivo van a verse empantanados, sin llegar a ningún lado por más buenas que sean las intensiones de la persona por moderar el tiempo que pasa en la red.

Creo que es importante recordar que me refiero a casos donde la persona realmente quiere romper su rutina, pero no puede hacerlo. Se trata de casos donde esa compulsión por mantenerse en la red lastiman a la persona, son ciclos que quieren romperse y que no lo consiguen. Me interesa intentar describir esos mecanismos de la mejor manera en que me lo permiten mis habilidades actuales.

Lamentablemente puedo describir o elaborar la idea de esas rutinas pero no tengo muchos consejos para romperlas.

Con todo, si puedo hacer otro esfuerzo de filosofía amateur para aportar algunos consejos que apliquen sobre los dos casos mencionados anteriormente.

Considero que no existe o no vamos a encontrar nunca ni la mejor oportunidad ni el punto perfecto para romper un ciclo. Si es que ese punto ideal para analizar todo esto realmente existe, nunca vamos a tener la completa seguridad de reconocerlo. Esto ocurre porque el ciclo es algo así como una entidad en si misma. Existe con sus propias reglas independientes a la situación en que nos encontramos. Y eso es porque la rutina se regenera a si misma. Es mejor empezar a actuar en el tema cuando lo creamos mejor, aunque nos equivoquemos en el proceso. Y es buena idea buscar ayuda si la necesitamos.

Por otra parte si esperamos a tener ese último ciclo perfecto antes de buscar darle un cierre, este recorrido ideal de navegación por la red nunca va a llegar. Siempre va a existir una nueva novedad o alguna justificación extraña que nos de permiso para reiniciar el bucle, por lo que necesitamos estudiar la rutina desde afuera para al menos entender cómo funciona.

Una vez más, tengan en cuenta que esto es un análisis filosófico no profesional. Estos consejos pueden no ser mucho, pero podemos utilizarlos para seguir buscando nuevas preguntas sobre la forma en que usamos internet.

Enlace al capítulo 7

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *