Enigma Internauta | Capítulo 1: el uso adictivo de internet explicado con un poco de filosofía amateur

Introducción

Navegar por la web no siempre nos genera los mismos sentimientos.

A veces la sobreabundancia de información y la conectividad constante puede traernos felicidad y mejorar nuestra vida cotidiana.

Otras veces esa misma conexión con la red parece resultar en una fuente de tristeza, falta de motivación y otros inconvenientes para nuestro bienestar general.

¿En qué formas nos afecta internet?

El objetivo de este libro es revisar algunos de estos posibles problemas, proponiendo soluciones prácticas y estrategias para aprovechar mejor nuestros momentos en internet.

La idea central de los siguientes capítulos es la de desarrollar el concepto de “navegar sin conexión”.

Si, eso suena extraño o contradictorio ahora, pero prometo que va a tener más sentido luego. Se trata de una filosofía que se sostiene en dos ideas principales.

Por un lado vamos a intentar generar nuevas perspectivas para el uso de internet. Un balance entre la necesidad personal de sencillez y la creciente complejidad de la tecnología.

Me interesa crear un habito del uso de la red que responda a lo que necesitamos, que nos ayude en lugar de jugar en nuestra contra.

Al interactuar con la información de una forma más consciente, espero que tengamos menos chances de perdernos en lo que a veces parece ser un mar de estímulos con horizonte inalcanzable.

Desde el otro lado tengo la idea de generar y proponer herramientas para conseguir navegar la red sin conexión.

Para esto vamos a intentar crear un ambiente de información más o menos autocontenido. Con algo de suerte ese ambiente, alimentado previamente con los datos que más nos importan, va a traernos beneficios similares a los que obtenemos al buscar los datos directamente en linea.

¿Un ambiente de datos autocontenido? Considero que no siempre tenemos que estar en linea para aprovechar los beneficios de internet. Después de todo solamente algunas actividades parecen requerir de una conexión constante. Pero en otras tareas esa conectividad es algo más opcional.

La avalancha de datos entonces puede ser contenida hasta cierto punto, siempre que podamos dar con el balance entre actividades que nos resulte adecuado.

Distinguir cuáles y qué actividades son esas, y en qué forma requieren del uso de internet, puede ayudarnos a usar la red de una forma más positiva.

Voy a expandir sobre todas esas ideas durante los próximos capítulos.

Por ahora creo que es fácil hacer el esfuerzo para ponernos de acuerdo en una cosa: la capacidad que tiene internet para capturar nuestra atención es difícil de igualar para otras tecnologías.

Y si pensamos que eso último no es cierto, pronto cambiamos de opinión cuando intentamos reducir el tiempo que pasamos en la red.

Los mejores intentos para regular o moderar el uso que le damos a internet pronto se estropean con facilidad. O terminamos por darnos cuenta que limitar la cantidad de horas que invertimos frente a la pantalla demanda más fuerza de voluntad de la que creíamos necesaria.

Con todo, no me gustaría escribir un texto pesimista, donde solamente se muestre un panorama negativo de internet.

Quiero hacer todo lo posible para resaltar las cosas positivas que encuentro en la red, con el objetivo de crear un material que nos pueda ayudar a sacar provecho de nuestro tiempo en linea. Después de todo internet es una tecnología increíble, me interesa aprovechar sus opciones de la mejor forma que encontremos.

Y ya que estoy señalando mis intenciones, también voy a buscar que este texto tenga partes prácticas. Quiero encontrar algunas herramientas para ayudarnos a regular nuestro tiempo de navegación.

Internet, ese estado mental

La conexión es como un atajo para entrar en lo que me parece un estado singular de conciencia.

Se trata de un estado en el que nuestra capacidad para prestar atención parece concentrarse de la misma forma en la que un rayo de luz se concentra al pasar por una lupa.

Mientras analizamos ese hilo de memes y sonidos que nos llega desde la red todo parece detenerse a nuestro alrededor. Ponemos un interés perfecto en los datos que recibimos.

Pero al mismo tiempo ese rayo súper concentrado de atención que nuestra mente forma al fijarse en los datos parece tener un mínimo nivel de potencia.

Es cierto, mientras navegamos internet de esa forma todo lo externo parece suspenderse. Pero todo va tan rápido que las cosas empiezan a perder el sentido.

Es como tratar de concentrarse en el paisaje que vemos a través de una ventanilla mientras estamos en un vehículo que se mueve a cinco mil kilómetros por hora. O tratar de escuchar toda una canción de cuatro minutos en cuatro segundos.

La actividad que nos atrapa es sugestiva, intentar entender lo que pasa requiere toda la energía de nuestra parte. Pero ni todo el poder de ese estado de atención dedicado puede adivinar el rumbo que seguimos.

Entonces navegar en internet resulta en una mezcla extraña de sentimientos, una combinación difícil de describir incluso cuando experimentamos ese mismo estado a diario.

¿A qué me refiero? Creo que la actitud de perdernos dentro de la red resulta en algo similar a entrar en un “estado de flujo”. Al conectarnos de este modo entramos en una zona de completa concentración que nos remueve de todo lo que no sea la actividad que nos ocupa.

Conectarse a la red parece un atajo automático a esa experiencia, imagino algo parecido a sumergirse en una suerte de sueño en el que guardamos algo de autonomía. Un estado en el que el presente se apaga y lo que esta a nuestro alrededor deja de existir.

Usar internet por mucho tiempo es algo que supongo puede describirse como flotar en el agua, viajando dentro de un bote sin controles. Nos movemos a la deriva por un rio lleno de promesas. Pero resulta que ese bote es nuestro cerebro. Y el rio esta formado en algunos tramos por una cadena de videos con una duración máxima de diez segundos, imágenes de la vida de nuestros contactos y discusiones en la sección de comentarios que parecen no frenar nunca.

El rio no parece muy agradable en todo su trayecto, pero los tramos buenos compensan las partes desagradables.

Y no solamente lo que nos ocurre mentalmente al conectarnos es difícil de describir. La misma red es difícil de explicar si tan solo nos dedicamos a mencionar sus partes.

Digamos que nos interesa crear una escala comparativa con otros medios o entretenimientos para saber cuál es más efectivo en la competencia por captura nuestra atención. Me arriesgo a apostar que la red casi siempre va a salir ganando ese torneo. Después de todo internet es parecida a un cine, a una sala de videojuegos, a un casino y a un evento social todo el el mismo paquete, aderezado con otras muchas cosas más.

Algunas de las partes de internet representan cosas muy nuevas, por ejemplo la aparición de las redes sociales y la forma que esas redes le dan a nuestra vida. Pero otras partes de la red son más conocidas, por ejemplo los podcast en linea pueden ser muy populares pero son parientes cercanos de los audiolibros y los programas radiales. Esas cosas existían antes de la red. En esos casos lo nuevo de internet es la forma en que nos permite volver a empaquetar la información o los formatos conocidos.

Siendo que las partes de la red son muy diferentes, es casi imposible intentar describir la experiencia de usar la red de forma universal. Podemos por ejemplo escuchar un audiolibro mientras hacemos otras cosas, pero es difícil realizar otras tareas si buscamos información. Nuestra atención parece flotar según las partes de la red que visitamos.

Pero a la vez podemos decir que escuchar un audiolibro no es igual a usar internet, porque no necesitamos una conexión contante en ese caso. Pensar la pregunta “¿Qué significa usar internet?” podría ser una buena idea teniendo todo esto en cuenta.

Antes mencionaba un “estado de flujo”, una idea que se usa en algunas filosofías y otras disciplinas para describir un estado mental. El concepto fue desarrollado por el psicoanalista Mihaly Csikszentmihalyi. Según entiendo lo que quiero describir ahora es similar a este concepto. Pero esta completa absorción que genera internet es en alguna forma única.

Se puede por ejemplo entrar en un estado de completa atención al practicar un deporte o realizar una artesanía. Algo al estilo del libro “Zen en el Arte del Tiro con Arco” de Eugen Herrigel, aunque estoy tratando de pintar una idea más general del concepto.

Nos alcanza ahora con pensar que esos casos del deporte o el crear artesanías, el objetivo que buscamos es concreto. En esas instancias la concentración busca ganar el juego o al menos la mente intenta interrumpir todo en una búsqueda por realizar con gracia la actividad que practicamos tantas veces antes.

E incluso en los casos dónde la motivación no es ganar, el momento de felicidad que nos trae la actividad alcanza como recompensa en si misma. Al salir de ese momento con suerte algo así como un sentido de la armonía nos completa, como entender que todo iba por un cause en el que manteníamos el control de la situación.

Algo bastante diferente a la analogía que mencionaba antes, la de ir en un bote a la deriva sin control sobre como se crea el paisaje.

Por el contrario al navegar internet muchas veces lo hacemos sin objetivos concretos o sin habilidades a practicar que nos involucren. Entiendo que esa falta de sentido no vuelve a la actividad menos cautivadora. En esos casos navegamos sin saber hacia dónde vamos, y en gran parte ese es el mayor atractivo hipnótico de la experiencia.

La red parece retener un enfoque absoluto de nuestra atención. Algo que se puede notar fácilmente cuando se nos pasan tres horas revisando publicaciones en una red social, incluso si nos habíamos propuesto navegar solamente por una hora. Pero a la vez experimentamos que esa concentración profunda se dispersa en miles de fragmentos, donde las palabras y las imágenes nos llaman una detrás de la otra, en una marcha que no podemos frenar.

Es como intentar concentrarse totalmente en cada uno de los colores de un caleidoscopio o en todas las notas de múltiples sinfonías, comprendiendo todas las facetas de lo que hacemos pero a la vez no retenemos ningún aspecto en particular.

Vivimos horas de mucha concentración, pero una concentración dividida por igual en miles de fragmentos. Pensando en esto encuentro algo en mi propia experiencia. La forma en que le presto atención a las cosas dentro de la red se filtra por fuera de la internet misma. Intento navegar la red incluso cuando no estoy en internet.

Tanto es así que a veces me resulta muy difícil enfocarme en una única tarea luego de una de estas maratones de interactividad internauta. Pero luego de pasar un tiempo fuera de internet, vuelvo a poder escribir o hacer otra actividad sin mayores distracciones. Se siente como si la red consiguiera acelerar la forma en la que interpreto lo que tengo por delante, por poner el asunto de algún modo.

Esto mismo pude notar con algunos videojuegos, que considero generan un estado similar al que intento señalar. Sobre eso y otras cosas prometo describir algunas experiencias personales.

Todas estas son anécdotas con bajo valor científico pero de alto valor de entretenimiento, y las voy a describir e incluir en el texto más adelante.

La filosofía amateur y el uso excesivo de la red

Recuerden antes de continuar leyendo que este es un libro de filosofía amateur. Un asunto no profesional. O un texto de auto-ayuda tecnológica, si se quiere decir de ese modo.

Por todo esto es que me permito generalizar, teorizar y sacar conjeturas de una forma peligrosamente relajada sobre diferentes temas de variada seriedad.

Te invito a reforzar o atacar mis propias conclusiones con el mismo nivel de diversión relax.

Pensemos por ejemplo en algo similar a esta pregunta “¿Qué se puede considerar cómo un uso excesivo de la red?”.

Esa última es sin dudas una pregunta compleja, que se puede responder desde varias disciplinas. Entre esas disciplinas posibles tenemos la filosofía. Eso entendiendo a la filosofía como una herramienta para encontrar un camino de vida. Una forma de interpretar y darle sentido a desafíos que encontramos durante nuestro desarrollo.

No puedo producir una respuesta o solución concreta al asunto del uso desaforado de internet. Pero puedo intentar profundizar nuestra entendimiento sobre el tema.

¿En qué importa saber el que esto es un libro de filosofía práctica?

Bueno, se puede pensar que me estoy cubriendo la espalda en caso de decir algo demasiado disparatado. Pero no es simplemente eso. Quiero recordar que esto es mi propio conjunto de experiencias, consejos y anotaciones basadas en el uso que le doy a la red. La experiencia puede ser diferente en otros casos para otras personas. Entre todas esas diferencias tienen que existir algunos puntos en común.

Pero volviendo a la pregunta: “¿Qué se puede considerar como un uso excesivo de la red?”, puedo probar el ensayo de una respuesta rápida: el uso de la red es excesivo si la persona siente que internet afecta de manera negativa su vida cotidiana.

Se entiende que a pesar de mi entusiasmo por contestar, tengo muy en cuenta que la pregunta es compleja. Y esto es porque la respuesta es demasiado personal. Después de todo, si analizamos mi propia respuesta: ¿qué quiere decir la frase “de forma negativa”? ¿Cuándo algo es negativo para alguien?

A veces ese aspecto negativo puede ser algo concreto, por ejemplo descuidar las relaciones afectivas o laborales. Y digo concreto porque se puede señalar la consecuencia directa del uso compulsivo de internet. En ese caso alguien pasa mucho tiempo en la red, no presta atención a sus relaciones personales, deja de encontrarse con sus amistades y las termina alejando de su entorno. El ejemplo se puede señalar y describir con facilidad.

Otras veces esos aspectos negativos no son tan concretos, o se mezclan con otras cosas más difíciles de ejemplificar. Pensemos eso con otras preguntas:

¿Puede la persona dejar de estar en linea luego de reconocer esos aspectos negativos del uso que hace de internet? ¿O se encuentra pasando más tiempo en la red luego de encontrar esos problemas? ¿En qué formas nos justificamos el uso que le damos a la red? ¿Y qué ocurre si el entorno de esa persona encuentra que el uso que hace de la red es negativo, pero la misma persona no lo piensa igual? ¿Podemos disfrutar la actividad de navegar o “surfear” la red al mismo tiempo que lamentamos los efectos que nos genera?

El problema central de este apartado es que, una vez más, no parece haber respuestas que funcionen para todo el mundo. Al menos yo no puedo ofrecer respuestas concretas a cuestiones de ese tipo por mis propios medio. Es una de esas cosas que parecen evidentes, pero no esta de más mencionarlas.

Por otra parte no estamos hablando ahora de un asunto que solamente consiga medirse a todo o nada, sondeando solamente los extremos. Modificar nuestra relación con la red puede ayudarnos o no, pero si esa mejora existe se tiene que poder medir en distintos grados de éxito.

Para cerrar esta segmento, quiero volver a mencionar que existen otras formas de responder la siguiente pregunta: “¿Qué se puede considerar como un uso excesivo de la red?”

Después de todo algo cómo la internet se relaciona a muchas actividades que ponen a prueba el control de nuestros comportamientos. Actividades que van desde compras en linea hasta videojuegos. Todas estas acciones tienen a la red en común, pero también cada una trae sus propias y sutiles diferencias de uso. Esas actividades son estudiadas por distintas disciplinas para entender los mecanismos y las formas en que todo esto nos afecta.

Por ejemplo, encontré el artículo “Criterios diagnósticos propuestos para la adicción a internet” (“Tao y col. (2010)”) Ahí se mencionan ocho criterios para establecer un “Desorden de Adicción a Internet” (IAD por siglas en inglés). Entre algunos de estos criterios se tiene en cuenta exceder un cierto umbral de navegación diario, una dificultad para controlar el uso de la red y un uso de internet realizado para aliviar emociones negativas.

Voy a tener en cuenta esas y otras perspectivas mientras sigo desarrollo todo este texto.

¿Es la red la fuente de mis problemas?

Eso de intuir que no existen respuestas validas para todo el mundo genera situaciones extrañas. ¿Qué problemas hay en el uso que le doy a internet? Dificil de responder con honestidad.

¿A qué voy con esto? El asunto es el siguiente.

Internet es un dato fácil de identificar dentro de lo cotidiano. Es un dato variable de utilización o de consumo como cualquier otro, al igual que la alimentación o ejercitarse.

Se puede por ejemplo hacer una lista con los alimentos que comemos durante el día, o un inventario de la ropa que usamos. Si tengo problemas para dormir, puedo revisar lo que estuve bebiendo y puedo aislar la variable “tomar café” de la lista de causas.

Identifico los elementos, las distintas actividades y hago un inventario de la situación.

Algo similar a lo anterior ocurre con internet. Es cierto que limitar el uso de la red puede ser difícil, pero identificar qué parte de la red estamos usando y por cuánto tiempo es sencillo.

Alcanzaría para esto último con que lleváramos una lista de lo que hacemos al momento de conectarnos. Con eso vamos a comenzar a entender qué hacemos frente a la pantalla. Al final del día podemos conocer qué sitios estuvimos utilizando, lo mismo vamos a poder saber qué aplicaciones utilizamos y por cuánto tiempo.

Otra vez, variables que pueden identificarse y relacionarse en tanto a la forma en que nos sentimos.

¿Qué problema trae esta facilidad para describir la variable? Conocer esos datos es valioso, pero tomarlos de forma aislada creo que puede llevar a generar falsas promesas y expectativas poco razonables. Revisemos esto un poco más.

Si encuentro problemas en mi vida diaria, digamos problemas laborales o problemas para relacionarme con las personas, es sencillo aislar a internet cómo la posible fuente de esos problemas.

Lo anterior se puede pensar otra vez como el resultado de jugar con cualquier dato fácilmente identificable. Muevo el dato, muevo el resultado. Y creo que tenemos una tendencia a detenernos exageradamente en los datos fáciles de entender, o al menos esto es lo que me ocurre muchas veces.

Vamos a extender la idea con algunos ejemplos posibles.

Tomar gaseosa es un elemento fácilmente identificable durante el día. Sabemos cuánto vasos nos tomamos, qué marca, en qué momento del día. Puede ser difícil modificar un habito que conocemos establecido, pero al menos el habito es fácilmente identificable.

Tengo la opción de modificar la variable gaseosa a voluntad. Y esto es bueno, modificar un dato puede traerme beneficios. Pero a fin de cuentas se trata solamente de otra variable dentro de un universo complejo que resulta en cómo me siento. No conozco mucho sobre el juego interior de todos esos elementos que me resultan ocultos.

Incluso puede ocurrir que la actividad que analizo sea una parte de algo más complejo que no puedo conocer, aunque los elementos de la actividad pueden describirse fácilmente por separado.

Los elementos pasan a ser más representativos del conjunto que el conjunto en si mismo.

Otro ejemplo. Digamos que alguien tiene problemas para ver de cerca, incluso a pesar de utilizar anteojos. Siendo que le cuesta leer bien las palabras, esa persona pide una revisión para que le hagan unos anteojos nuevos. Con los nuevos bifocales ya puede leer sin dificultades. Las palabras parecen ahora en alta definición, por lo que puede dejar el problema atrás.

Todo bastante sencillo, aislamos la variable “anteojos incorrectos” del conflicto “dificultades para leer” y la mejora es instantánea. Pero la historia no nos dice nada de todo el sistema, ni de la aparición de posibles dificultades ni otras cosas igualmente valiosas. Tal vez el problema de la vista era un indicio de un problema más embrollado que todavía no descubrimos.

O supongamos que alguien come con mucha sal, lo que le presenta problemas de salud. Esa persona decide limitar la cantidad de sal en sus comidas, y sus problemas se simplifican.

Otra vez, aislar la causa del inconveniente es un solo movimiento directo. El resultado también es en apariencia directo. La actividad es compleja, porque comer implica todo el sistema digestivo e incontables partes. Pero la variable “sal en la comida” tiene posiciones graduales que se pueden modificar y los resultados se pueden demostrar.

Con todo tengo que admitir que esos casos descriptos, incluso cuándo puede haber algo más grande por detrás, es provechoso jugar con las posibilidades. La mejora es tan positiva que es difícil luchar contra los resultados.

Pero ahora pensemos en una persona que tiene malas calificaciones en sus exámenes. O en una persona que tiene dificultades para hacer amistades. La causa pueden ser una, o muchas. Pero esa persona entra en este juego de encontrar datos que puedan modificarse. Y entonces siente que estos problemas ocurre porque pasa lo que siente es una cantidad excesiva de tiempo en la red.

Esa persona se encuentra “de manera terminal en la red” (terminally online) como se dice comúnmente en foros de discusión. ¿Puede ser entonces qué el uso compulsivo de internet sea la causa de sus problemas? Bueno… ¿Quién sabe? Lamentablemente esto es más difícil de responder comparado con los otros ejemplos ya visitados. Puede ser eso, o puede deberse a algún otro millón de razones. Revisemos la cuestión en profundidad.

Digamos entonces que esa misma persona recorta la cantidad de horas que pasa frente a la pantalla para mejorar sus calificaciones. Esto puede resolver sus problemas, o puede que no. O quizás resuelve algunos problemas, otros se mantienen constantes y se generan algunos nuevos.

Ocurre que no podemos confirmar de forma directa que vaya a cambiar la personalidad de esta persona de la noche a la mañana. Antes mencionaba lo de las expectativas desmedidas. La magnitud de algunos cambios es muy difícil de medir si concentramos toda nuestra esperanza en un solo dato.

El vector de “pasar mucho tiempo en linea” es verdadero para este caso de problemas para socializar. Tal vez la persona quiere navegar solo por una hora y luego se encuentra navegando por cuatro. Y podría usar ese tiempo para cualquier otra cosa, desde trabajo solidario hasta quedarse mirando la pared. La red en ese caso funcionaba como un freno a su objetivo de mejorar su vida social.

Pero por otra parte el cambio de estilo de vida es tan complejo, que los resultados son difíciles de comprobar. Eso incluso en un ejercicio de imaginación. Puede ocurrir que la persona consigue mejorar su vida social o sus calificaciones por el acto de modificar el tiempo que se encuentra en la red. Pero por otra parte puede ser que no ocurra nada, lo que va a resultar bastante devastador.

¿Por qué menciono todo esto? Lo que ocurre es que no quiero generar falsas expectativas con el tema. Siendo que internet es una variable relativamente fácil de modificar, es sencillo venderla como una receta milagrosa para la felicidad.

Es fácil decir algo como “si conseguís moderar el uso de la red vas a empezar a tener nuevas amistades” o “si conseguís un pasatiempo fuera de la red te vas a sentir mejor”. Sin dudas eso puede conseguir vender libros, y cursos de auto ayuda. Es el motor de toda una gran economía.

Pero confiar irreflexivamente en una promesa similar no es real, y creo que hace más daño de lo que ayuda. Esto ocurre porque una vez más, internet es una variable fácil de identificar en la forma de algo que interactúa generando un problema.

Y proponer una “desintoxicación” de la red entonces parece algo lo bastante inofensivo como para generar un comercio directo que se puede recomendar sin demasiada consideración. No se trata de un consejo que parezca caer en el área de problemas legales, por lo que puede recomendarse sin muchos miramientos. Comprar el curso y empezar a ser feliz. Lo habitual. El resultado es generar esperanzas que no siempre se cumplen.

Por si no se entiende hasta ahora: intento describir con esto esos casos dónde se prometen soluciones generales y sencillas para problemas complejos y difíciles.

La disparidad entre el resultado y la promesa causa una desilusión que solamente hace más difícil discutir el tema del uso compulsivo de la red o la adicción a internet.

Un caso de esperanza perdida

Una vez más, meditemos en lo anterior con otros ejemplos.

Existen personas ahí afuera que son muy exitosas en su vidas y que pueden alcanzar sus objetivos con gran determinación. Y hacen todo eso mientras pasan múltiples horas al día navegando la red. Trabajan en distintas carreras, estudian diferentes asignaturas, compiten en variadas actividades y no por eso dejan de actualizar sus perfiles en las redes sociales. Se trata de personas con excelente vida social, múltiples amistades, salen a bailar, se divierten y al mismo tiempo disfrutan de una generosa cantidad de internet diario.

Se puede deducir que esto que hago es solamente una simple apreciación personal. Y realmente lo es. Vista desde afuera una persona cualquiera se nos aparece exitosa en su campo. Pero en su interior puede sentir algún tipo de conflicto con el uso que hace de la red que no podemos discernir. Eso es enteramente posible, no podemos estar en la mente de alguien más.

Pero tienen que existir personas que no encuentran ningún problema con la red aunque la utilizan durante gran parte del día. Se mueven con subidas y bajadas por la vida, pero sin pensar para nada en esto de la posible existencia de un uso desmedido de internet. Simplemente viven en su ambiente recibiéndolo en apariencia del modo en que les llega. Si el ambiente se modifica, su felicidad puede adaptarse a eso.

Por otra parte existen personas que se obsesionan por utilizar internet lo menos posible. Son quienes se desviven por intentar eliminar las redes sociales de sus vidas, para poder tener más productividad o para dedicarle más tiempo a conseguir amistades. O para alcanzar cualquier otro objetivo. En esos casos, por cualquier motivo personal, encuentran en la red algo que les causa dificultades.

Pero ¿qué les hace sospechar de internet para presentarla cómo la fuente de su infelicidad? ¿Lo hacen con la ayuda de promesas reales o por el engaño de beneficios inmediatos?

Se podría pensar que esas personas tienen el secreto para empezar a conseguir lo que se proponen. Ya que tienen tanta conciencia de su consumo excesivo de la red. ¿Cómo puede irle mal a alguien que ahora conoce el mal que le afecta? Después de todo ya creen haber identificado su problema y la solución, la felicidad esta muy cerca. Solamente necesitan modificar una variable sencilla de mostrar como su número de horas en linea.

Entonces ¿qué ocurre? ahora esas personas encuentran que usan mucho menos internet y tiene tiempo para otras cosas. Y sin embargo descubren que sus problemas persisten. Internet era solamente un escape hacia otra parte. Una variable que parecía más importante que el conjunto entero.

Muchas de esas personas encuentran entonces que igualmente no consiguen completar ninguno de sus objetivos profesionales o personales. Incluso luego de afanarse en pasar menos tiempo frente a la pantalla. La promesa de un cambio rotundo gracias una única variable nunca se materializó, fue un engaño.

Incluso a veces encuentran que después de todo ese esfuerzo para utilizar menos internet, todavía tienen dificultades para hacer amistades o para alcanzar sus objetivos. Todavía no se sienten en poder de alterar sus destinos. Y eliminar el uso cotidiano de la red no parece haberles hecho ninguna diferencia, o simplemente reemplazaron internet por otra actividad que igualmente detestan. Todos sus esfuerzos, todo el sacrificio para utilizar menos la red y pocos resultados para mostrar.

Existen al mismo tiempo personas a las que el uso que hacen de la red les genera verdaderos daños. Entienden que internet les ofrece un escape a ninguna parte, o que la red ahora se transforma en un habito difícil de romper.

Tenemos también personas que se desviven y se castigan por conseguir lo que otras parecen tener con total facilidad. Hay personas que encuentran dolor en lo que otras encuentran diversión.

Para todas esas personas internet, la red que une sus vidas cotidianas, significa algo totalmente distinto.

Y luego existe un caso intermedio. Agreguemos en nuestra lista de posibilidades a otra persona que identifica el uso que hace de internet como un problema. Entonces modifica en consecuencia su relación con la red, por lo que en respuesta su vida da un giro positivo. ¿Cómo es esto posible?

No hace falta decirlo, se puede notar que el mundo es bastante extraño. Todos los casos anteriores conviven al mismo tiempo. Son cosas que ocurren, a veces el mejor de los esfuerzos no da el resultado que esperamos.

Lamentablemente en esto y en otras cosas, no hay consejos o estrategias en la auto ayuda tecnológica que puedan aplicarse con seguridad en toda ocasión. O al menos tampoco puedo conseguir generar esas respuestas. Mucho de lo que describo del asunto se encuentra mezclado con mi propia experiencia, lo que hace que también confunda lo particular con lo general.

Pero existen muchas experiencias positivas que pueden ocurrir al modificar la variable “tiempo vivido en internet”. Y vamos a discutir eso en el apartado que sigue a continuación.

Un golpe de suerte inesperado

El apartado anterior es algo pesimista, y me gustaría revertir eso con algunos ejemplos positivos.

¿Cuál era la conclusión que analizamos antes? A veces se vende la idea de una desintoxicación de la red como una solución rápida a problemas complejos.

Siendo que usar más o menos tiempo de internet es una variable que se puede alterar sin incurrir en delitos, no hay daño en el consejo. No es un consejo que demande verificación profesional o que pida lidiar con sustancias ilegales. Cualquiera puede probar dejar de usar la red por un tiempo, con mayores o menores dificultades. Pero las expectativas por beneficios directos son demasiado grandes y tal vez eso juega contra nuestra determinación por cambiar.

Habiendo dicho esto, es cierto que una actividad compulsiva puede parecer como una cárcel para quien la esta experimentando. La misma actitud de intentar romper con un habito de raíces profundas genera un sentimiento de liberación, algo muy parecido a un peso que se levanta de nuestra conciencia.

En todo esto que nos planteamos la red puede tomar el lugar de una actividad compulsiva, con diferentes grados de intensidad o molestia para quién lo experimenta. Esa decisión de empezar a hacer algo por modificar nuestra situación aporta una renovada energía y esperanza por el futuro.

A mi parecer ese sentimiento puede tener consecuencias positivas, siempre que esa primera energía no se diluya fácilmente. Independientemente del resultado, el aumento de esa energía favorable puede utilizarse para crear algo que consiga mejorar el mundo.

Un caso que seguramente conocemos es el de revisar los mensajes en el celular cada cierta cantidad de minutos. Incluso lo hacemos cuando es evidente que no tenemos ninguna notificación que indica mensajes nuevos. No se trata de una actividad que nos causa una real incomodidad, se mezcla dentro del uso que le damos a la red. No nos atreveríamos a clasificar la actividad como algo fuera de lo común. Pero es fácil encontrar molesto el habito de revisar el teléfono inteligente, en especial cuando nos impide vivir el momento presente.

Solamente en el momento en que tratamos de remediar ese habito de revisar los mensajes periódicamente es que encontramos lo difícil que nos resulta romper la costumbre. Algo que antes parecía tan natural ahora nos parece impuesto por fuerzas extrañas casi imposibles de negar.

Se puede hablar entonces a favor de una idea de “desintoxicación” de la red, desde una abstinencia hasta un recorte específico del uso que hacemos de internet. Y para descubrir algunas de esa ventajas no necesitamos recurrir a cosas complicadas como describir la química del cerebro. Podemos desarrollar la idea de estos cambios de una forma mucho más relajada.

Ejemplo de lo anterior. Puede ser que buscar videos hasta altas horas de la madrugada afecte las calificaciones de una persona. O puede ser que las calificaciones de esa persona estén siendo afectadas por otra cosa completamente distinta.

Puede ser que la vida social de una persona sufra por la cantidad de horas que invierte navegando la red en soledad. O tal vez su vida social ya contaba con problemas anteriores y la red es un escape a eso.

Tal vez termina por darse el caso en que resulta cierto: la red afectaba a esa persona negativamente. Y cuándo deja de navegar de forma compulsiva se convierte en el alma de la fiesta, con un círculo social que le contiene y alienta.

O caso contrario puede ser que la persona consiga controlar esas impetuosas ganas de navegar, pero que su vida social siga siendo un desastre. Y tal vez al dejar de buscar videos nuevos consiga dormir en un horario razonable, y que aun así continúe teniendo problemas en los exámenes.

Una vez más vender una receta mágica para esos asuntos, más todavía desde un libro de filosofía amateur como este, es poco realista.

¿Dónde se encuentra entonces la parte optimista de moderar el uso de la red en un caso como los anteriormente descriptos? ¿Por qué continuar leyendo esto? Hay una ventaja, se trata de un golpe de suerte lateral. Revisen el siguiente razonamiento.

Una persona pasa cuatro horas al día actualizando sus perfiles de redes sociales. Pero esta persona tiene otras dificultades, digamos la ya mencionada poca facilidad para conseguir amistades.

Por su deseo de encontrar una explicación directa a su problema busca analizar sus hábitos, y se da cuenta que tal vez esta dándole un uso compulsivo a la red. ¿Puede ser que después de todo pasar tanto tiempo frente a la pantalla le este privando de algo más?

Ahora la red no le resulta tan divertida como al principio. Algo similar al caso de recortar la cantidad de sal en las comidas o la cantidad de gaseosa que tomamos. Modificar una variable, ver en qué forma reacciona el sistema completo. Siendo que no tiene que gastar nada para hacer la experiencia, decide cortar ese tiempo de cuatro horas navegando a una sola a ver que pasa.

Supongamos que con estas nuevas tres horas de tiempo en su poder, la persona decide empezar a practicar con algún instrumento musical, hacer algo de ejercicio ligero o cualquier otra cosa que la mantenga fuera de internet. Digamos que empieza a ayudar en un refugio para animales, por decir algo.

Como resultado de lo anterior, al pasar algunas semanas en esos nuevos pasatiempos encuentra que ahora tiene mayor interés para aprender cosas. Mejora su estado físico por abandonar el sedentarismo. Y encuentra que aparece una nueva energía para desarrollar amistades y relaciones románticas.

¿Qué puede ocurrir entonces? Bien puede ser que exista una suerte de efecto placebo, en la que la persona se beneficia por el mismo acto de probar cambiar su realidad. Tal vez su problema nunca fue el uso de internet, pero aun así ahora se siente mejor porque actúa para conseguir sentirse mejor. En ese caso el deseo por mejorar es tan grande que la persona se engaña a si misma, y empieza a descubrir beneficios inesperados incluso cuando su problema original nunca fue internet.

Pero no creo que sea de esa forma, creo que esta mejora es real y concreta. Esto es porque los beneficios de reemplazar una cosa por otra mejor pueden describirse de una forma sencilla.

Es cierto que siguiendo un razonamiento como el de la historia anterior no podemos encontrar el nexo directo entre moderar el uso de la red y las mejoras en nuestro estado sentimental. No estamos haciendo un análisis científico.

No vamos a encontrar una relación física directa entre dejar la red y el acto de sentirse mejor, como podemos encontrar la relación entre un nuevo par de anteojos y una mejora en la calidad de la vista. Pero sin embargo los beneficios si pueden explicarse de alguna forma, aunque tengamos que usar la filosofía para eso.

Como describimos antes, en nuestro ejemplo la persona dice tener un nuevo deseo por conocer gente nueva. Pero es comprensible, ahora que pasa más tiempo explorando otras opciones por fuerza va a encontrar ambientes nuevos. Lo que va aconseguir expandir su circulo social. Tiene nuevas anécdotas para contar que no involucran las andanzas de estrellas de las redes sociales. Antes pasaba tres horas en aislamiento, ahora las invierte discutiendo cara a cara con el mundo.

La persona del ejemplo dice sentirse mejor físicamente. Eso tiene sentido. Antes pasaba cuatro horas seguidas sin moverse. Ahora pasa menos tiempo utilizando el teclado, y tal vez más tiempo ejercitándose.

Antes la persona pasaba cuatro horas recibiendo y procesando información que le era servida por alguien más. Ahora que recortó su tiempo en linea decide dibujar o aprender un idioma. La mejora en su habilidad para aprender ocurre tal vez simplemente porque se dedica a pasatiempos en los que puede aplicar lo aprendido y activa su deseo por alcanzar nuevas metas. Si mejora sus calificaciones es simplemente porque descubre nuevas formas de aprender.

La persona parece tener un nuevo optimismo. ¿Esto es real o solamente se esta engañando? Recordemos que antes solamente navegaba por aburrimiento. Encontrar un nuevo propósito va a darle una nueva sensación de sentido, y acto seguido algo de optimismo.

En todo encontramos siempre la diferencia entre una navegación saludable, y una navegación negativa. Vamos a buscar problemas particulares del uso de internet en los capítulos subsiguientes. Pero puede haber algo positivo en la misma actitud de comprender en la forma que internet modifica nuestra experiencia de la vida.

En cada caso el contraste con el antes y el después no es despreciable. Y tengan en cuenta que las actividades de mis ejemplos son arbitrarias, limitadas a lo que yo conozco. Una persona puede querer aprender a bailar, otra simplemente va a querer sentarse en la plaza, es indistinto a los efectos de la idea que exploramos.

Ahora bien, como ya vengo tratando de establecer desde hace un rato, este cambio único no va a convertir a la persona en un imán de generar amistades y relaciones. No va a volver a la persona más inteligente o más creativa. Si esto fuera tan fácil, dejar de utilizar internet sería la forma más directa para empezar a ser alguien que no somos. No parece existir atajo similar en esto.

Sin embargo cuatro horas puede parecer poco para navegar en la red. Pero cuatro o tres horas puestas en alguna otra cosa positiva pueden acumularse en mejoras relevantes.

Siguiendo el ejemplo, el acto de alterar la situación consiguió poner a la persona en una trayectoria más favorable para sus intereses. Incluso si pasar cuatro horas en redes sociales no era lo que afectaba negativamente las calificaciones del personaje en el ejemplo, pasar tres horas extra investigando cómo mejorar sus notas tampoco puede conseguir empeorarlas.

Pero lo importante es pensar que las mejora no fueron inmediatas solo por dejar la red. Fue toda esa actividad destinada a poner su situación en movimiento lo que trajo nuevas opciones.

Seguro pueden existir otro tipo de mejoras asociadas al cuerpo y la mente por romper con una actividad compulsiva como la adicción a internet, pero me interesa explorar el tema por fuera de explicaciones biológicas.

Pensado el asunto de esta forma, sin generar falsas expectativas creo que podemos analizar el tema de una forma más honesta y abierta.

Vayamos todavía más lejos con el razonamiento. Digamos que no podemos encontrar nada negativo para decir de las redes sociales. Supongamos que no podemos trazar una linea directa entre el uso que le damos a internet y nuestros problemas. Incluso si eso es correcto a ciencia cierta, tampoco hay nada contra la idea de variar nuestros hábitos del uso de la red para conseguir sentirnos mejor.

Un plan para utilizar la red de una manera de bajo impacto es una alternativa viable para generar un cambio.

Incluso si esas mejoras que experimentamos luego son indirectas, ya que no estarían causadas solamente por el acto de usar la red con moderación, esas mismas mejoras van a tender a presentarse. Aunque sea solo por la adopción de nuevas rutinas positivas.

Sin puntos de referencia

Me interesa demostrar ahora lo difícil que resulta explicar en qué consiste algo como la idea de un “sobre consumo” de internet.

Eso si lo pensamos desde nuestro lugar, personas que utilizan internet de forma cotidiana e intentan describir por su cuenta cómo se sienten respecto a la red. Es muy difícil explicar algo mientras nos encontramos directamente dentro de ese algo.

Si decimos por ejemplo que alguien pasa demasiado tiempo en la red, tenemos que tener una noción de “cuánto tiempo es demasiado tiempo en algo”. Ese mucho sale de algún lado, necesita tener una escala de comparación con lo que se considera poco tiempo.

En otras cosas es relativamente sencillo saber cuánto es demasiado de algo.

Por ejemplo si consumo un paquete entero de papas fritas, después me siento moderadamente bien. Eso siempre que el paquete sea una bolsa individual pequeña. Caso contrario si me como solamente una papa frita del paquete siempre quiero más, una sola es muy poco para llenarme. Pero si ingiero tres bolsas de papas fritas en un solo movimiento siento una sed extrema y me pongo a vomitar de forma incontrolable. O eso tengo que suponer, pensando en experiencias pasadas.

Concluimos de lo anterior que tres bolsas de frituras son muchas y que una sola papa frita individual se considera muy poco. Al menos para esa persona en particular tenemos una buena medida de comparación. Un paquete pequeño es la cantidad correcta. Pero este ejemplo considera que ese límite no es fijo, depende de las experiencias.

Entonces lamentablemente responder “¿Cuánto tiempo es demasiado tiempo en la red?” no parece tan sencillo de contestar. Y para peor esa pregunta va a acompañarnos durante el resto de los capítulos, de una forma u otra. La mente no parece poder medirse en cantidad de paquetes de papas fritas.

La cuestión es difícil. Imaginemos un ejemplo para ilustrar esto. Alguien puede fácilmente estar con un teléfono inteligente con acceso a internet durante todo el día. Y sin embargo eso no nos dice nada, en algunos lugares incluso lo contrario sería más extraño. Nadie se sorprende si alguien puede revisar su teléfono en cualquier momento.

Esa persona no se encuentra las 24 horas pegada a la pantalla. Pero su cerebro sabe que se encuentra accesible a cualquier notificación que le llegue en cualquier momento.

En el caso anterior la persona no tiene que usar la pantalla para acceder a internet, alcanza con que sus sentidos estén pendientes de la conexión para cerrar el circuito. Si la persona descubre que no tiene acceso a internet se pone más nerviosa, es como si se cortara acceso momentáneamente a alguno de sus sentidos. La expansión de la red para su cerebro es en el ejemplo equivalente a un sentido extra.

Similar a una araña constantemente pendiente a las vibraciones que le llegan de su telaraña, la persona usa internet incluso cuándo no la esta usando.

Para peor, nos encontramos con la cuestión de lo compulsivo. ¿Tenemos la opción de alejarnos de la red incluso si queremos hacerlo? Esa sensación imperante que nos demanda actualizar la pantalla o buscar la última publicaciones de las cuentas que seguimos… ¿Qué nos impulsa a eso?

La relación entre problemas de digestión y frituras se nos aparece entonces más directa. Esto al menos porque podemos comprender de una forma simplificada qué es y cómo funciona algo como la comida chatarra. Podemos entender la forma en que el cuerpo humano procesa los excesos de frituras, incluso sin nuestra intervención directa. Solamente alcanza con comer y esperar el resultado cerca de un baño.

O lo mismo puede decirse de un recurso. Podemos notar en que momento estamos desperdiciando algo, o generando más contaminación.

Pero internet no tiene esa faceta física, es más como un conglomerado de experiencias que van desde las imágenes de desnudez hasta pagar los impuestos desde el teléfono celular. También teneos mensajes de chat o películas las 24 horas. La mayoría de esas experiencias no son nuevas a la red.

Se descubre por esto lo complejo que resulta describir el problema. Podemos sentir la experiencia de la red en el cuerpo, pero su existencia esta en otra parte. Puede ocurrir que no tengamos un mecanismo automático para procesar los excesos de la red. Sentimos las variaciones de sentimientos, pero es difícil precisar exactamente lo que estamos pasando.

Hay una gran ventaja oculta en todo esto. Si bien no tenemos un umbral exacto para saber cuánto es mucho internet, si tenemos la posibilidad de crear y evaluar nuestros propios límites. Tengo la esperanza en que vamos a poder mejorar nuestra percepción para los efectos que la red nos produce.

Digamos que me dispongo a relajarme en la red por una hora mirando videos. Ocurre que luego estoy tres horas navegando en internet en lugar de una sola, como me había propuesto en un principio. Es evidente que me fui tres veces por arriba de mi propio límite autoimpuesto, por lo que tengo un buen indicio personal de cuánto es mucho o poco. Para este caso concreto, cualquier cosa menos de una hora significa que pude alejarme de la pantalla sin vueltas. Y mucho es otra cantidad por arriba de sesenta minutos, ya que por cualquier razón no pude seguir lo que me había prometido en un principio.

Pero todo lo anterior es en base a este presupuesto de conocer el contexto. No es que estuve mucho tiempo por tratarse de una, dos o cuatro horas. Estuve mucho tiempo en algo porque extendí el momento por arriba de lo que me había propuesto al empezar.

Y agregado a esto tengo que tener en cuenta la frecuencia. No significa lo mismo algo que me ocurre a diario por un periodo sostenido de meses o semanas, con la actividad de regalarme algunas horas extra de internet de tanto en tanto.

Si luego me doy cuenta que siento un efecto negativo por sobrepasar ese tope autoimpuesto reiteradamente, tengo una gran herramienta para entender la forma en que estoy funcionando.

Y si continuamente me encuentro navegando, usando videojuegos o algo similar más de lo que esperaba, no es una mala idea volver a evaluar mi entendimiento de la situación en base a este descubrimiento. Tengo ahora una comparación propia para entender cuánto es mucho tiempo en la red.

Lo anterior no se trata de una medida profesional, pero puede ayudarnos para empezar a pensar el asunto. Recordemos que en muchos casos mantenemos la conexión durante múltiples horas del día, y los motivos pueden ser muchos. En muchos lugares la idea de una computadora o un teléfono sin internet es similar a pensar en una roca o en un pisa papeles, algo aburrido o de poca utilidad.

Por supuesto lo anterior es solamente una conjetura personal, que hago en base a explorar una idea tan compleja de la mejor forma que me resulta posible.

Lo que sigue es la búsqueda por encontrar una respuesta al uso desmedido de la red usando herramientas que son fáciles de conseguir, algo de filosofía amateur y un repaso práctico de la forma en que usamos internet.

Link al capítulo dos.

Bibliografía: Enigma internauta

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