Enigma Internauta | Capítulo 7: Internet es una forma de pensar


Enlace al Capítulo 6

La red y lo real en desequilibrio

En el momento en que tenemos un acceso casi ilimitado para conectarnos a la red se vuelve muy difícil imaginar nuestra vida cotidiana sin poder utilizar esa tecnología. Y no solamente nos resulta complejo pensar en una vida sin internet. La misma acción de planear nuestro futuro parece imposible sin tener internet en consideración.

Creo que en los capítulos anteriores pude marcar bien este punto: internet ocupa hoy un lugar increíblemente importante en la forma que procesamos nuestra relación con lo que nos rodea.

Aunque también tenemos que tener en cuenta que este es un libro sobre nuestra relación con internet, y en especial es un texto para pensar el uso desmedido de la red. Siendo que internet forma una gran parte de mi propio día, es posible que me encuentre sobre estimando su importancia para el resto de la población.

Para otras personas la red simplemente puede ser una parte más del paisaje cotidiano y su nivel de importancia puede variar. Se trata de uno de esos casos dónde mi propia situación se filtra en el texto, y esto ocurre sin importar cuantas excusas filosóficas ponga para tratar de evitarlo.

Pero solo por el beneficio de los argumentos que siguen, aceptemos que internet es una pieza fundamental del modo en que configuramos nuestros días. Lo que existe en la red influencia de forma directa o indirecta sobre lo que se encuentra fuera de la red. Lo mismo ocurre a la inversa. Pero ese ida y vuelta no es exacto o elegante como una balanza, es una fuerza que parece escaparse a nuestras preferencias.

Lo extraño es que si bien internet en si misma no es un requisito básico para sobrevivir, su continuidad en lo cotidiano parece ubicarla en importancia por arriba de otras tecnologías.

Es cierto que la red es un impresionante motor económico, moviendo dinero e industrias intangibles a cada segundo. Y eso por fuerza impacta en la realidad, la economía nos mueve a encontrarnos en linea. Pero entiendo que de todas formas la consideración que le damos a internet se encuentra poco equilibrada, se trata de una de esas ocasiones dónde el árbol consigue ocultarnos el bosque.

Para poner las cosas en relación pensemos por ejemplo en otra tecnología. Vamos a pensar es las conservas enlatadas de alimentos o la comida refrigerada. Tal vez parece extraño o algo exagerado irnos tan lejos en los ejemplos, pero es otro simple ejercicio de imaginación.

La posibilidad de conservar alimentos es algo que damos por descontado, aunque tan solo sea porque sabemos que vamos a encontrar ese tipo de productos en el supermercado.

Sin embargo creo que pocas veces consideramos lo difícil que resultaría organizar la vida como la conocemos en el primer cuarto del siglo XXI sin las facilidades que la conservación de este tipo de alimentos nos permiten. Si no tuviéramos estos productos, tendríamos que estar a cada momento evaluando cuándo la comida va a expirar o qué problemas puede traernos. Sería difícil organizarnos por fuera de algunas pocas semanas.

Es cierto, estoy mezclando internet con alimentación. La mezcla es algo injusta porque ambas técnicas parecen tratar de cubrir situaciones muy diferentes. Pero nuestro objetivo es pensar en las distintas tecnología y la importancia que les damos.

Sabiendo todo lo anterior decimos que es fundamental la técnica para mantener alimentos frescos en cualquier momento del año, conservándolos mucho más de lo que durarían almacenados de otra forma.

Se puede argumentar entonces que lamentaríamos más la falta de la estandarización de estos productos alimenticios seguros que la falta de internet. Y sin embargo me siento mucho más motivado para seguir hablando de internet que de ninguna otra cosa.

El efecto de internet no es tan obvio, su fascinación descansa en la sutileza con la que consigue modificarnos.

Esta misma comparación se podría decir de otras tecnologías que ya perdieron el poder de asombrarnos por la costumbre de su uso, pero que igualmente interactúan directamente con nuestra posibilidad de subsistencia. Internet no parece tan fundamental como esas otras tecnologías, pero eso cambia al momento de analizar todo mas de cerca.

Podemos suponer que perder las latas en conserva llevaría a buena parte del mundo a una carrera para poder recomponerse. Pero perder la tecnología de internet, en principio no se muestra como algo tan malo. Los gobiernos y las instituciones volvería otra vez a algún tipo de comunicación menos inmediato pero no por eso especialmente lenta, como la radio o el telégrafo.

¿Y el resto de las personas? ¿Cómo reaccionaria a la falta de internet? Una parte del impacto va a ser económico, pero me imagino que el mayor daño va a recaer sobre nuestras mentes. Básicamente va a ser como volver a pasear a lentamente luego de acostumbrarnos a viajar con la velocidad de un auto de fórmula uno.

¿Y qué ocurre con el acceso a la información? ¿Puede la falta de internet hacernos retroceder como cultura? Eso es raro, porque no se hasta que punto la red enriquece nuestra capacidad para conocer más. Digamos que por alguna razón internet empieza a ir tan lenta que descargar o subir datos que no sean texto puede llegar a tomar días. Vamos a tener que despedirnos de mostrar fotos de lo que estamos almorzando. Eso va a ser triste.

Pero aún con esa severa limitación para mover datos por la red, no muy diferente a la limitación de velocidad que existía a finales del siglo XX, podríamos tener librerías completas en nuestro poder en muy poco tiempo. La posibilidad de generar, compartir y almacenar datos sigue siendo barata incluso sin internet de alta velocidad.

Lo mismo ocurre con muchas herramientas para generar música o imágenes, que descansan más en a computadora que en la red. Podríamos seguir generando arte, pero sería más difícil distribuirlo.

Digamos que te interesa aprender música, o cualquier otra cosa realmente. En unas horas podemos tener tanto material sobre el tema que vamos a poner en vergüenza a cualquier otra época de la historia de la humanidad. Y esto va a seguir ocurriendo siempre que el almacenamiento se mantenga a bajo costo. Pero tener la información no significa nada, sin tener también la oportunidad para procesarla.

Esta supuesta baja en la velocidad de la red si afectaría el desarrollo de la inteligencia artificial o algunas nuevas tecnologías, pero tal vez esas tecnologías simplemente se moverían a funcionar dentro de redes locales. Aunque ya me estoy moviendo realmente lejos, especulando sobre temas que se alejan del objetivo del capítulo.

Puedo hacerlo en internet

Para encontrar la forma en que internet nos afecta tenemos que encontrar los muchos pequeños aspectos donde la red ordena nuestras actividades ordinarias. Todo eso tiene efectos importantes que parecen pequeños, pero que van apilándose en la forma en que nos desarrollamos.

Por supuesto muchos de esos efectos tienen resultados positivos sobre nuestras vidas. Pero otras herramientas parecen volver más complejas tareas que podrían ser simplificadas.

Recordemos que incluso si no entramos a internet directamente por diversión, el acceso a servicios de salud, empleo o el sistema financiero están altamente digitalizados y requieren cada vez más de una conexión a la red.

Todo parece moverse en esa dirección digital, siendo que muchas actividades que antes tenían un paralelo en la vida real ahora casi solamente ocurren en la pantalla. Esto escapa al concepto del uso compulsivo de la red. Muchos tramites, gubernamentales o privados, son muy difíciles de poner en marcha si no se inician desde un sitio web. Y muchas relaciones personales requieren de la red para poder ser empezadas, o al menos para darles continuidad.

Esto nos deja pensando que la red pasa a ser parte de la base mínima de tecnología necesaria que se necesita para formar parte de una ciudad moderna.

La necesidad de internet como requisito básico de entrada ocurre con muchas otras actividades. No creo que sea necesario retroceder directamente a volver a hacer todo con papel, pero el asunto podría ser simplificado de alguna forma que no requiera tener un celular encendido la mayor parte del tiempo.

Pensemos lo anterior desde otro ángulo.

Dentro de la sociedad podemos encontrar a personas que pueden comprar cosas que valen mucho dinero, y otras que casi no pueden comprar nada. Las ventajas que tienen estas personas son muy diferentes. Pero es difícil imaginar a cualquiera de estas personas sin tener algún tipo de teléfono inteligente a su alcance. Esto es indistinto de la posición que ocupan en la distorsionada escalera económica de un país cualquiera.

Con algunas excepciones, es cierto. Si nos movemos muy lejos hacia ambos lados del espectro, las personas van a estar tan removidas del centro que internet no va a afectarlas. Simplemente van a estar demasiado mal o demasiado bien como para que la red las afecta. Pero para el resto esta constante necesidad de un teléfono inteligente conectado a la red no es por vanidad o por diversión. O no solamente por eso.

Tener conexión a la red es prácticamente una obligación de supervivencia si el espacio que nos incluye esta organizado al rededor de internet.

Quiero decir, esto último es solamente una percepción, pero un teléfono inteligente o al menos un perfil en redes sociales parece ser la diferencia entre existir o no en la vida diaria en la ciudad.

Por supuesto contar con acceso a la red no significa tener el permiso para entrar dentro de un conjunto o un grupo determinado. Pero internet, y por extensión el teléfono inteligente, se muestran en verdad como el medio y el instrumento común para empezar a existir. Se repite como llave universal de los sueños y esperanzas de la época, indistintamente de las posibilidades o la clase social de la persona.

Todo esto es sorprendente si consideramos que la red no influencia directamente sobre nuestro cuerpo, como si lo hace un invento como el de la comida enlatada, las conservas refrigeradas, la generación de energía o algunas otras tecnologías de sustento inmediato.

Tener comida parece muchísimo más importante que tener internet, pero la red nos afecta en una forma tan profunda que gira entre lo sentimental y la obligación técnica. Todo esto hace que se vuelva difícil de explicar el concepto de una red desequilibrada. ¿Gastamos demasiada energía material y mental en algo que tal vez no es tan importante? Es difícil de estabilizar esa presión entre lo que ocurre dentro de internet y lo que ocurre por fuera.

Y el asunto parece escapar incluso a la consideración del dinero, desconocer la red es desconocer una parte de lo que se realiza en nuestro mundo cotidiano. No parece existir espacio que no se vea involucrado en esta tensión. Partidos políticos, empresas de entretenimiento, marcas, muchas parecen preferir vivir en la red antes que en el mundo real.

Es cierto que puedo estar exagerando el tema. Pero aun así, imaginemos a una persona que intenta hacer amistades, conseguir pareja, o tal vez encontrar un nuevo grupo de pertenencia.

Esa persona que estamos imaginando ahora puede ir por ejemplo a un club de barrio o al más exclusivo club de golf. Exceptuando casos extremos, el lugar no importa. Tenemos que suponer que existe por detrás de esos espacios una versión virtual de los mismos, aunque solo se trate de grupos de chats donde también interactúan las personas que participan regularmente en el espacio real.

Ausentarse de ese otro espacio virtual recorta la experiencia de relacionarse a la mitad, nadie va a querer perderse de eso. La red incluye una parte de la historia de esos grupos, no conocer esa historia alimenta el miedo al aislamiento. ¿Qué chistes internos no vamos a entender? ¿Qué referencias no vamos a saber?

Amistades, peleas, amores que surgen en la red e impactan sobre lo que conocemos fuera de ella. El mapa de relaciones va y viene tan rápidamente que es imposible reconocer alianzas y hostilidades solo viendo la parte del juego en el espacio real.

Entonces tener internet se vuelve una fuerza que se extiende de la necesidad humana por vincularse y relacionarse. No tener entrada a esa información que se actualiza a velocidad agobiante es como desconocer las reglas internas del grupo, una transgresión pocas veces perdonada.

La tecnología en desequilibrio

Una forma diferente de pensar lo anterior. Volvamos a siglo veinte. En mis recuerdos de la década del noventa, la computadora de escritorio parecía ser el último equipo electrónico que íbamos a necesitar. Nada mejor después de eso.

Ganando más velocidad y poder de almacenamiento a cada momento, se trataba de una herramienta incomparable tanto como para trabajar, estudiar o divertirse. La computadora se podía actualizar constantemente con nuevos programas y partes. Comprar una era difícil, suponía mucho esfuerzo. Era necesario aprovechar cualquier oportunidad de estar frente a la máquina al máximo. ¿Quién iba a querer cambiar ese tipo de dispositivo mágico por algo distinto?

Y luego todo se volvió más fantástico, era posible conectarse a la red para expandir la experiencia de la computadora de escritorio.

Incluso aparecieron negocios dedicados a alquilar el acceso a la computadora conectada a internet por fragmentos desde diez o quince minutos. Locutorios, cibercafés, muchos nombres distintos según el país del que se tratara. La máquina era difícil de usar, pero el esfuerzo era recompensado con información que no se encontraba en ninguna otra parte. Una hora de conexión se pasaba a toda velocidad.

Hagamos un salto hacia adelante en la historia y hoy me encuentro en un mundo diferente, en el cual la computadora de escritorio parece ser un interés de nicho, sin la importancia que el teléfono inteligente y la misma red representan para las personas.

Lo extraño en este caso es que la computadora se me mostraba mucho más amigable que cualquier otra opción que pudiera surgir en el futuro. El sueño de la realidad virtual es antiguo, pero el de la computadora también lo es.

Por otra parte el asunto de mover los servicios digitales cada vez más desde la computadora de escritorio hacia los equipos portables me parece una mala idea, volviendo complejo algo que parecía sencillo. Puedo equivocarme, pero aquí van algunos argumentos para este texto que ya se esta volviendo algo caótico en el orden de las ideas.

Para empezar la computadora no necesita estar encendida durante todo el día, solamente en los momentos en que la usamos. Eso de necesitar un enchufe puede aumentar la energía que necesita la máquina, si lo comparamos contra el consumo eléctrico de un pequeño dispositivo como una tableta al encontrase encendido.

Pero el teléfono inteligente depende completamente de su batería, y el aparato se encuentra encendido en distintos estados gran parte del día, incluso cuando no se utiliza. El asunto de producir baterías engloba todo su propio conjunto de problemas. En esto es algo diferente a la computadora que puede reutilizar su hardware hasta cierto punto, y una máquina puede durar una sorprendente cantidad de años. Sin ir más lejos, estoy escribiendo todo esto en una computadora que tiene más de una década.

Siguiendo de lo anterior, la excelente vida útil de una computadora bien mantenida no es algo para despreciar. Si descartamos las compras de máquinas por vanidad o por moda, algo que sin dudas también ocurre con dispositivos móviles, una computadora de escritorio puede darnos acceso a internet por mucho más tiempo de lo que imaginamos.

Todo el castigo del uso en el teléfono inteligente va contra la pantalla táctil, mientras que la computadora permite reemplazar periféricos fácilmente si estos se desgastan. Cuando le pongo un teclado nuevo a mi máquina antigua siento que estoy escribiendo en una computadora recién salida de la caja.

Tampoco me parecía posible que una pantalla tan pequeña como la del teléfono inteligente iba a volverse tan popular para ver películas y leer textos largos. Pero es este otro elemento a favor de la rápida aceptación del celular como una forma de centro de entretenimiento condensado.

Aunque no se hasta que punto la utilización del smartphone como centro de entretenimiento ocurre por preferencia real o por necesidad. El aburrimiento puede llevarnos a hacer cosas extrañas, incluso si se trata de sostener una pequeña pantalla de teléfono con poca definición frente a nuestros ojos en espacios mal iluminados por múltiples horas al día.

Pensado de esa otra manera, muchas formas de arte terminaron dentro de las pequeñas pantallas como un subproducto de la compra de un smartphone. Puede no ser la mejor forma para escuchar una canción o para ver una película si se compara el teléfono inteligente contra otras soluciones dedicadas a esas tareas, pero si resulta la forma más versátil de hacerlo. Compramos el aparato por las aplicaciones de comunicación, luego nos encontramos viendo horas de video o utilizándolo para reemplazar nuestro equipo de música

Extrañamente las herramientas del smartphone son excelentes para producir arte, pero no estoy seguro sobre si el aparato tiene algún tipo de arte que le resulta específico. Para eso tendríamos que encontrar una película, un tipo de juego o de música cuya experiencia se vea enriquecida por ser experimentada en el smartphone.

Por ejemplo, hay juegos creados para celular y juegos de otras máquinas que se pueden jugar en el celular. Pero solamente los juegos creados específicamente para el medio del teléfono inteligente son en principio desarrollados pensando en usar la forma de esa tecnología. Le sacan provecho a la pantalla táctil, a que se puede jugar en cualquier momento, ese tipo de utilidades.

Es de esperar que se van a perder cosas tratando de jugar o ver algo creado originalmente para una pantalla grande y para un control de múltiples botones en un dispositivo portátil con una pantalla táctil.

El arte termina adoptando la forma del medio que lo contiene.

La forma en que interactuamos con la red se va modificando, y eso mueve toda la tecnología que le rodea en su evolución. ¿Puede internet convertirse en un medio menos omnipresente con el tiempo? Todo parece apuntar a que no. Y sin embargo nada parecía más genial que una computadora con algunos pocos programas instalados hace tan solo algunas décadas atrás. Hoy esa misma computadora se va a mostrar como algo increíblemente aburrido. Puedo entenderlo.

Pero internet es más que un dispositivo, es una forma de experimentar prácticamente todo lo que nos ocurre. Diversión al por mayor, compras con descuento, imágenes y sonido, noticias al instante . ¿Puede internet terminarse algún día?

Al pensarlo solamente desde los dispositivos que usamos para conectarnos, el smartphone parece ganarle incluso a la computadora portátil, ya que el teléfono inteligente se utiliza para muchas aplicaciones financieras: pagos en comercios, promociones y similares. Nos acompaña como una billetera, como bien nos recuerdan las publicidades de los bancos. ¿Es esto volver más complejo algo que ya estaba resuelto con las tarjetas plásticas de pago? No entiendo lo bastante del asunto como para aventurar una explicación.

Más todavía, casi todo desde vehículos hasta relojes, consolas de videojuegos y aparatos de cocina pueden conectarse a la red. Supongo que la computadora de escritorio ahora parece algo demasiado complicado o pesado frente al efecto de conveniencia combinada de todas esas aplicaciones móviles. Después de todo tener una computadora en el bolsillo es realmente impresionante, y el smartphone consigue eso lo que es un gran punto a favor del teléfono inteligente.

La misma existencia de una página web resulta obsoleta frente a todas esas aplicaciones independientes que concentra el teléfono.

Creo que un balance más funcional sería el de volver a utilizar la computadora solamente cuando la necesitamos, en esas ocasiones que estamos en el escritorio. Al hacer esto necesitamos entrar en el área de la computadora, la experiencia de navegar es como un recorrido planificado y concentrado en lapsos de duración cerrada.

No creo que esa idea se vuelva hoy exactamente popular, la posibilidad de buscar cualquier cosa en la red en cualquiera momento es simplemente demasiado atractiva. Incluso cuando no tenemos una necesidad inmediata de hacer esa búsqueda, el sentimiento es demasiado placentero como para dejarlo de lado. Volver a estructurar la navegación en lapsos cerrados se muestra como un retroceso.

Pero no estaría escribiendo todo esto si no creyera que podemos desarrollar una forma más consiente y equilibrada de usar la tecnología. No necesitamos depender de un solo tipo de dispositivo para conseguir eso, no todo es computadora o smartphone.

Bien, la internet y la forma en que nos conectamos forma un organismo complejo. Se crea entre la máquina y nuestra persona una entidad que se encuentra enchufada a la energía eléctrica, todo el día, todos los días, durante todo el año.

Aún así, entendemos esa reunión entre la red, el dispositivo y nuestra mente como la forma de nuestro universo. Esto ocurre a tal punto que en la ciudad no disponer de conexión parece poner a la persona en una grave desventaja contra sus pares que si utilizan conexión.

¿Otra vez estoy exagerando con eso? En la ciudad, sin nadie que te conozca, poder establecer vínculos de forma segura no es simplemente un juego. Es supervivencia. Y la red se presenta como un atajo para crear una serie de vínculos de seguridad. La proverbial red de seguridad social, ahora contenida en la pantalla.

Se crea con esto anterior como una suerte de nueva escala de posiciones comunitaria que se mueve desde de la red al mundo real. A mayor cantidad de contactos, mayores posibilidades de salvar nuestra existencia encontramos. A mayor número de contactos, más importa tu vida, tus opiniones, y tus opciones para trepar fuera del pozo. La distribución del dinero es difícil de comprender, el éxito en las redes parece más fácil de capturar.

Sin embargo es importante recordar que las personas vivían sin internet en el pasado, aunque realmente argumentemos que hoy no pueden imaginar vivir sin ella. Pero antes se unían, amaban, retozaban y se alimentaban (tal vez no en ese orden) sin internet. Tal vez estoy sacando las cosas de proporción y la red no es tan importante como me lo parece. Lo que realmente intento hacer es poner las cosas en perspectiva.

Quién sabe, puede ser que en cien años nadie recuerde lo que fue internet, o la red en ese momento va a ser algo tan diferente que no va a parecerse en nada a lo que conocemos ahora.

Existió una modificación en la forma que entendemos las cosas cuándo pasamos de un mundo cotidiano sin computadoras, a uno con esas máquinas. Y lo mismo al momento en que aparecieron los teléfonos inteligentes, todavía recibimos modificaciones en la forma que organizamos nuestro cerebro. Ese fue un movimiento de la computadora de escritorio hacia el celular. Pero no conozco cuál va a ser la siguiente alteración en la configuración tecnológica del mundo, y tampoco se en qué forma vamos a reaccionar. No se a dónde vamos luego del teléfono inteligente.

Al menos si nos dedicamos a pensar en el presente, lo mejor de todo es que tal vez no tengamos que pensar en un mundo que se divide a todo o nada, con o sin internet.

En un momento los espacios del mundo real y los espacios de la red convivieron. Se trató de un periodo de movimiento, no fue algo armónico. Pero esto no quiere decir que no se pueda planear alguna forma de armonizar las partes.

A principios del siglo XXI las personas utilizaban la red para comprar pero también hacían compras fuera de la red. Veían películas en el cine pero también películas en la computadora. Pedían comida a domicilio sin una aplicación en el celular o lo hacían a través de ella. Las personas buscaban parejas y amistades en salas de chat, pero también buscaban comunicarse en fiestas y reuniones. Y los ejemplos pueden seguir, pero se entiende la lógica detrás.

La filosofía que intento compartir consiste en buscar alcanzar un tipo de equilibrio, donde la red enriquece nuestras vidas sin eclipsar otros espacios o aspectos de la misma. Esto es muy difícil de notar en un caso de uso compulsivo de internet, dónde todo parece dejar de existir si la red se apaga. En algunos casos la red es un sostén que ayuda a llenar los vacíos del mundo real, pero un desequilibrio termina en sacar de proporción la importancia de internet. Luego no sabemos cómo vivir sin utilizarla.

A fin de cuentas ningún electrodoméstico va a esquivar su cita con el destino, esto es el deposito de basura y reciclaje. El teléfono inteligente bien puede seguir ese mismo camino, no puedo predecir que tecnología va tener mayor vinculo con la red más tarde.

Incluso en la incertidumbre generalizada sobre el futuro no me parece una mala idea buscar establecer una relación de equilibrio entre internet y lo real. Para esto creo que lo mejor es buscar un balance, intentando simplificar las cosas. Enriquecer lo real con la red, pero sin reemplazar lo real completamente. Es difícil, pero al menos podemos intentar centrarnos en el presente para poner un poco de simetría en esos dos espacios.

Indecisión por información

Este es otro asunto común a la experiencia de internet. La idea es sencilla. Se trata de un ciclo donde la inacción nos mantiene estancados en un mismo lugar, aunque en apariencia estamos trabajando desenfrenadamente en adelantar alguna tarea o proyecto.

Se parece en algo similar a un motor sin ruedas, que funciona a todo lo que da pero no se mueve de su sitio. La idea se encuentra muchas veces en la web también por el nombre de “parálisis por analizar” o en inglés “Analysis Paralysis” .

El resumen del concepto es el siguiente: nos ponemos a buscar todas las opiniones posibles de un tema, producto o pasatiempo que queremos desarrollar. Esa búsqueda dentro de la red pasa a ocupar el lugar central del proyecto, llevándonos a postergar la actividad principal indefinidamente. El análisis o la meditación de cómo llevar adelante el proyecto terminan por frenarlo.

En una parte el asunto es razonable, ya que nunca contamos con tanta información sobre cualquier tópico como ahora es comprensible querer abarcar todo lo disponible. No aprovechar esa información parece poco inteligente. Pero esto resulta en una trampa que termina por anular toda posible actividad, un estancamiento generado por el peso de los datos.

Por ejemplo, imaginemos que buscamos comprar una pieza de equipo tecnológico, algo como una cámara de fotos. Antes de gastar el dinero en eso vamos a querer revisar las opiniones de otras personas que ya pudieron usarlo, para ver si vale el esfuerzo hacer la compra. Eso es algo positivo, los datos nos van a llevar a hacer con algo de suerte una compra informada.

Pero en otras ocasiones este movimiento de búsqueda antes de decidir puede resultar agotador.

Pensemos por ejemplo que tenemos ganas de iniciar un proyecto, por ejemplo aprender a cocinar. La cantidad de información sobre recetas, equipos de cocina, ingredientes y combinaciones puede resultar agobiante. Es sencillo colapsar frente a esto, porque empezamos a dudar qué hacer analizando por dónde empezar.

Evaluar todo el camino por delante puede resultar alentador para algunas personas, pero muy desmoralizador para otras.

En algún punto hay que dejar de acumular información, y empezar a hacer algo. Incluso a riesgo de equivocarnos lo mejor es empezar nuestro proyecto. Siempre podemos tratar de compensar cualquier problema complejo que surja en el camino.

Pensemos lo anterior con otro ejemplo.

Alguien quiere aprender a dibujar. Pero antes de hacerlo decide buscar opiniones sobre cuales son los mejores lapices para comprar. Luego empieza a conseguir tutoriales de dibujo y a clasificarlos por los que más le interesan. Después consigue ejemplos sobre los distintos estilos que le gustaría aprender. Y más tarde empieza a coleccionar cuadernos, pudiendo asegurar que va a conseguir llenar de obras de arte en un futuro cercano.

Todo esto anterior estaría muy bien si no fuera que ya pasaron dos meses desde que la persona de nuestro ejemplo decidió aprender a dibujar. Pero en esos dos meses no dibujó nada, porque la búsqueda de información terminó por reemplazar la actividad principal.

Fueron dos meses perdidos en lo que a creación de dibujos se refiere. Le hubiera ido mucho mejor si se decía a empezar a garabatear por cualquier parte con cualquier lápiz, practicando al mismo tiempo que buscaba la información.

En algunas ocasiones la búsqueda de información puede incluso tomar el lugar del mismo proyecto, reemplazándolo completamente.

Puede haber algunos casos donde la búsqueda profunda de información traiga beneficios a largo plazo. Pero en el ciclo de “indecisión por información” esa búsqueda nunca tiene un corte, la idea no es llegar a algún lugar identificable. La mayoría de las veces la búsqueda en internet es tan atractiva que incluso termina por interrumpir todo el proyecto original.

No es que antes de la red no existiera una cantidad bastante impresionante de información en la que perderse. Siguiendo en el caso de aprender a cocinar, existían libros, revistas y cursos para conseguirlo. Pero si existía un límite económico asociado a la búsqueda de información, cada libro tenía un precio o una búsqueda asociada en la biblioteca. Mientras que hoy en el caso de la red el único límite es casi solamente el tiempo dedicado a la búsqueda. El costo de la conexión nos habilita a revisar material casi ilimitado, lo que promueve el ciclo de indecisión por información.

¿Cómo salir de este bucle de inmovilidad causado por el rastreo constante de datos? No hay una respuesta definitiva. De la misma forma que mencioné en otros capítulos, conocer el problema no siempre significa poder solucionar el asunto acto seguido. Eso en las pocas veces que identificamos correctamente el problema la primera vez

Creo que una buena herramienta para empezar es intentar explorar nuestras razones personales para encarar un proyecto.

Algunas veces solamente queremos soñar e imaginar, jugar con la idea de empezar una actividad o pasatiempo en un futuro siempre lejano. En esos casos donde la acción no es tan importante, pasar mucho tiempo leyendo comentarios o dando vueltas a la idea puede ser divertido. No realizar nada concreto es parte del mismo proyecto.

Pero si tenemos intensiones serias respecto de terminar algo, vamos a necesitar poner el freno en la indecisión y saltar a la acción. Siempre podemos volver más tarde a buscar información nueva, si necesitamos corregir el rumbo en base a la experiencia que la práctica nos va comunicando.

FOMO: temor a quedar afuera del tema

Por sus siglas en Inglés FOMO quiere decir “Fear of Missing Out”. Y esto traducido quiere decir “Miedo a Perderse de Algo”.

¿Perderse de algo? ¿Perderse de qué cosa? Bueno, puede ser por ejemplo el temor a no estar al tanto de cualquier dato, evento, película, canción o escándalo que atraviesa la red.

Estar en sintonía con lo que ocurre a nuestro alrededor demanda una creciente cantidad de tiempo en linea. Teniendo eso en cuenta FOMO representa esa idea de consumir información o entretenimiento solamente para mantenernos al tanto de todo lo que ocurre.

Una presión creciente para no quedar afuera de conocer lo último que está pasando.

Se trata de un sentimiento que en algún punto puede estar relacionado al consumo compulsivo de internet. Si necesitamos estar siempre al día con lo que pasa vamos a necesitar estar más tiempo frente a la pantalla para aliviar esa sensación de incertidumbre. Ese tiempo extra de alguna parte va a tener que salir, por lo que una parte de nuestra calidad de vida va a resultar afectada. La reflexión no es muy creativa, pero los problemas se muestran de esa forma enganchados.

Pero hay más que eso último. El miedo a perdernos de alguna pieza de comunicación es un aspecto general de nuestra relación con la red, algo que luego moldea la forma en que consumimos la información en todas partes. De una forma u otra, desde la política hasta la última película taquillera del año esta relacionada al FOMO.

Generalmente podemos imaginar que consumir entretenimiento implica la intención de pasar un momento agradable, o la intención de experimentar una obra de arte (cine, música o cualquier forma) para explorar algo nuevo. La palabra entretenimiento no parece implicar obligación de consumir solamente porque la película aparece o porque el libro es publicado.

Y la idea de diversión tampoco parece estar asociada al concepto de obligarse a ver 8 horas de una temporada solamente porque la serie es estrenada, o a escuchar algo solamente por la única razón de que eso existe.

Lo mismo se puede plantear de las noticias. En su forma optimista la idea de informarnos parece ser parte del concepto de poder tomar más tarde decisiones basadas en datos. Lo que el concepto de información parece no implicar es una obligación para consumir datos que no tienen ninguna utilidad. En especial cuando esa sobrecarga de datos parece tener el poder de llevarnos a tomar pésimas decisiones.

FOMO trastoca el posible valor de la información o el entretenimiento, convirtiendo algo que tendría que ser interesante o valioso para la persona en una imposición sin sentido.

Enchufarse al caudal de detalles basura generados por la política o el mundo del espectáculo parece ser contraproducente para la vida humana, pero es muy atractivo y difícil de abandonar.

Quiero argumentar que si bien el “miedo a perderse de algo” es un sentimiento que aplica directamente a las personas, en realidad es más bien la forma en que se estructura la cultura actual a partir de la red. Es el viento en las alas que impulsa buena parte de la información que nos rodea.

No voy a conseguir sorprender a nadie a nadie si digo que los ciclos informativos son cada vez más cortos. La validez de lo nuevo parece durar muy poco. Pero esto no ocurre solamente con las noticias, es algo que parece ocurrir con todo el entretenimiento en general. Son pocos los pasatiempos que no nos piden comprar algo recientemente aparecido, aunque no siempre necesitemos ese elemento.

La información se estira como un chicle, pero esta forma de estirar la novedad le baja el sentido hasta el punto de convertirla en algo sin valor nutricional. Parece increíble que algo que permanezca tan poco en nuestra mente consiga permanecer tanto tiempo dentro de las pantallas.

Se puede encontrar mucho de esto último en el mundo del cine o los videojuegos.

En esos casos desde el momento en que se anuncia el título hasta el momento en que sale a la venta hay todo un circo de noticias dedicado a conseguir aumentar la expectativa del público. Toda esa publicidad, o “hype” como se le dice en Inglés, se vuelve tan presente que para el momento del estreno muchas veces sentimos más cansancio que emoción por lo promocionado. La repetición de las imágenes y la constante presencia del producto terminó por aburrirnos desde antes que pudiéramos conocerlo terminado.

Si pensamos en los últimos seis meses seguramente vamos a poder recordar algún tipo de película, personaje de la política o canción que parecía estar en todas partes. No había espacio sin esas imágenes o voces. Entender las referencias entonces era casi obligatorio para participar de la mayoría de las conversaciones. Y ahora ya casi nadie recuerda nada de todo eso, el conjunto se movió a lo nuevo.

Desde modas hasta conflictos entre naciones, la necesidad por saber es apremiante en el instante. Pero el valor del dato dura muy poco y algo nuevo aparece rápidamente. Y siendo que la información no tenía efecto inmediato sobre nuestro entorno, la olvidamos sin inconvenientes. La necesidad por conocer el dató resultó más importante que el dato en si mismo.

La comunicación en la red parece descansar más en perseguir el nuevo gran evento que en disfrutar lo que estamos haciendo en el momento.

Se puede decir que esto funciona casi como una parte integral de la comunicación de masas. Y esto es cierto, al menos en el sentido que las cosas no pueden estancarse, el arte tiene que continuar, los acontecimientos ocurren. Pero internet le imprimió un salto a la velocidad del asunto, hasta el punto de vender incluso todo lo que ocurre al rededor del acontecimiento.

De esta velocidad surge el FOMO, ya que aparece la necesidad de conocer constantemente lo que ocurre en la red y a nuestro alrededor.

Lo extraño es que las cosas parecen comprimirse y estirarse a la vez.

Por supuesto lo que sigue es mi propia impresión del asunto como espectador. Otro momento de remembranzas poco fiables del pasado.

Por lo que recuerdo antes de internet, las películas aparecían más o menos de la nada con poco aviso. Eran sorpresas de las que teníamos pocas novedades antes del estreno, descontando algunos avances y los datos que brevemente mencionaban las revistas. El suceso importante era la película misma. Prácticamente no existía cansancio por saturación publicitaria antes del estreno.

Esto no significa que no existiera información sobre el asunto. Aunque la crítica y el análisis cinematográfico aprecia limitarse más a los libros. Algunas películas eran acontecimientos más importantes que otros. La velocidad de aparición de nuevos títulos era bastante rápida de todas maneras. Los estrenos podían olvidarse rápido, pero no parecían superar el estado de bienvenida tan rápido como en el siglo XXI.

Ahora cuando pienso en las mismas circunstancias de un estreno de cine, todo parece una gran máquina cortadora de fiambre y la película es el proverbial salami que no puede consumirse de un solo bocado.

Años antes de que empiece la producción del film comienza la especulación sobre su producción. Meses antes del estreno empiezan las polémicas y el análisis de cada imagen. Luego ocurre el estreno y hay una avalancha de análisis sobre la taquilla, el dinero invertido, el presupuesto y el marketing.

Tal vez algo de todo esto que rodea a la obra es una crítica genuina de la película misma, el resto es más material generando contenido al rededor del acontecimiento. Ese contenido solo existe por la novedad, y tiene poco valor por fuera de alimentar nuestro FOMO. Luego todo se apaga en lo que parece un flash, y se pasa a lo siguiente que hay que conocer para poder pertenecer en el presente.

La misma narración de todo lo anterior resulta extenuante, y sin embargo termina por resultar en gran parte de nuestros días. Para peor sospecho que el mismo análisis podría hacerse para temas de política, actualidad, básicamente casi todo sigue un esquema similar de necesitar saber lo que pronto va a olvidarse.

Por supuesto no me estoy quejando de la cantidad de información, esto es algo que tengo que mencionar una ves más. No quiero que exista menos información. Es que solamente esa información parece ir contra de lo que informan. Por ejemplo se puede argumentar que en muchas películas o libros la obra se hubieran visto beneficiada si no conociéramos de antemano mucho de la información que la rodea.

¿Existe algún castigo por desfasarse en algo de tanto ritmo informativo? Bueno, no creo que exista un castigo exacto. Pero si hay un castigo en tanto que no estar enterado del último detalle de las cosas puede afligirnos y llevarnos a buscar todavía más datos.

Todo esto parece más agresivo en los momentos en que se aplica directamente al ambiente privado de las personas. Por ejemplo, podemos imaginar a una persona que va a la escuela. En la antigüedad, la época antes de la red, las vacaciones de verano o los fines de semana significaban una pausa del ambiente de la escuela.

Puede parecer extraño para alguien que no vivió ese momento, pero el fin de semana significaba que por 48 horas no ibas a saber qué cosas estaban haciendo tus compañeros ni a dónde habían ido tus compañeras. Simplemente se ponía una pausa a la información, a menos que activamente buscáramos contactar a las otras personas con una visita o llamado telefónico. Pero en general esta pausa de contacto era respetada, un acuerdo común para reiniciar el vínculo después con algo nuevo para contar.

Y algo similar pasaba en otros entornos, trabajos, pasatiempos, y muchos otros espacios. Si ocurría una pelea el viernes, el conflicto entraba básicamente en un paréntesis hasta el lunes siguiente. En ese respiro las cosas se enfriaban, los ánimos se calmaban y todo se volvía a recomponer al retomar el contacto.

Por supuesto esta pausa no parece existir hoy, lo que forma otra parte del miedo a quedar por fuera de los temas

La escuela, el trabajo, la familia y los pasatiempos continúan encendidos las 24 horas del día en salas de chats y grupos de redes sociales. Sin vacaciones, sin fines de semana, sin paréntesis. No hay descanso para esas situaciones, y los mensajes se acumulan con algo nuevo para conocer todo el tiempo. Incluso por las noches cuando el resto duerme, hay alguien creando mensajes. Si ocurre una pelea durante un viernes, no hay tiempo para enfriar el asunto hasta el lunes.

E incluso si no participamos de esos grupos, podemos suponer con razón o sin ella que alguien esta hablando a nuestras espaldas. ¿Cómo saberlo sin revisar cada mensaje? Lo que por supuesto acrecienta el FOMO a niveles no conocidos en la historia de la humanidad.

Tenemos que suponer que existen más intrigas en un solo grupo de chat promedio del presente que entre toda la nobleza de un pequeño reinado de la edad media.

Pensando en eso último, tiene sentido que la presión por el FOMO sea mayor en algunos casos que en otros. No conocer las novedades de nuestra estrella favorita de las redes sociales es lo bastante malo, pero no conocer las opiniones de nuestro ambiente sobre nuestra persona puede resultar catastrófico al reiniciar la jornada.

Algo a destacar otra vez de este sentimiento es que puede resultar muy cansador.

Pensemos en un caso de bajo impacto, una persona que revisa todos los días la vida de su estrella de las redes favorita. Ahora digamos que por alguna causa de fuerza mayor esta persona queda desconectada por dos días. Al volver a la red ahora tiene 48 horas de novedades para ponerse al corriente, si es que quiere conocer hasta la última gota del drama de esa celebridad de la red. Y por supuesto va a querer conocer todo eso, esto es la internet después de todo.

Lo mismo ocurre con foros de discusión, grupos en redes sociales y otros formatos de la web. Volver luego de una pausa supone ponerse al corriente contra una aplastante cantidad de datos. Lo que sería divertido si no fuera que la tinta de la obligación mancha sobre todo el asunto.

¿Cómo resolver el FOMO? Bueno, no va a resultar en un trabajo sencillo.

En algunos casos parece una buena idea hacer un corte completo con la fuente de los datos. Por ejemplo si nos encontramos revisando constantemente algún espacio de discusiones que no aporta nada a nuestro bienestar, no perdemos nada en optar por un corte drástico.

Va a ser difícil, pero necesitamos remover el sitio o la aplicación de nuestro ciclo de navegación. Una vez que la aplicación salga del ciclo vamos a olvidar la necesidad del asunto más rápido de lo que pensamos.

Respecto al entretenimiento, es cuestión de hacernos a la idea de que podemos elegir en que forma nos divertimos. Es difícil escapar a toda la tormenta de noticias que afecta a un nuevo estreno, pero no es imposible. No necesitamos enterarnos de todo en el orden en que aparece, creamos nuestro propio cronograma. Ver una película o escuchar una canción sin tener ningún concepto generado de antemano va a aumentar nuestras sorpresas. En muchas ocasiones eso mejora la experiencia de la obra.

Y si nos encontramos en un lugar dónde todos hablan de algo que no conocemos, simplemente podemos pedir que nos den detalles generales o nos recomienden el asunto. De esa forma admitimos que no sabemos de que va el tema, pero mantenemos una actitud positiva para enterarnos lo que esta pasando. No estamos descartando la película o la canción, simplemente todavía no tuvimos oportunidad de agregarla en nuestro horizonte. Lo que tiene sentido, hay muchas cosas para hacer y es muy difícil mantenerse al tanto de todo.

Lo que respecta al miedo de perdernos de información de nuestro ambiente cercano, eso es más complejo. Por lo general no podemos evitar leer o escuchar los mensajes, pero podemos tratar de prestarle atención superficial a cualquier cosa que no sea importante. Interactuar menos con la parte en linea y más con la parte real de un grupo puede ayudar. De esa forma no generamos más mensajes en el grupo, disminuyendo los datos de poco valor. Pero luego demostramos que estuvimos prestando atención a lo que dijo el resto cuando participamos por fuera de la red. Puede funcionar, todo depende de cada caso. A veces no queda otra opción que prestar más atención.

Esas últimas son solamente algunas ideas que se me ocurren para quitarnos el miedo a quedarnos sin conocer la última noticia.

En general creo que existe algo que ayuda bastante, y eso es hacernos a la idea de que no todos los datos son tan importantes. Podemos optar por la opción de removernos del ciclo publicitario del momento. Si se trata de un dato valioso vamos a terminar conociéndolo de todas maneras, en especial si nos preocupamos por conocer el centro de los distintos asuntos.

Pensado de esa forma nos resulta más importante esperar para discutir la calidad de la película terminada antes que empezar a discutir tres meses antes la calidad de los avances.

Enlace al Capítulo 8

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *