Enigma Internauta | Capítulo 8: internet, compulsión y redes sociales

Actualizar ahora o el miedo a entrar en el olvido

Algunas veces siento como una especie de obligación por publicar algo en internet. ¿Es un tipo de sentimiento compartido por alguien más? En el fondo de esa sospecha creo que existe una idea: nos volvemos irrelevantes en las redes sociales si no subimos contenido constantemente.

Y eso último se extiende a todo lo que comparto, incluso lo que publico en este texto. ¿Por qué compartir todo esto públicamente?

No es algo extraño de pensar, siendo que el acto de compartir nos expone a las críticas del mundo. Podría estar usando este tiempo para cualquier otra cosa. En la mayoría de los casos la recompensa que trae arriesgarse a exteriorizar lo que hacemos no parece justificar el esfuerzo.

La recompensa que recibimos por exponernos o “generar contenido” puede ser monetaria o simbólica.

En algunos casos la recompensa simbólica es muy buena, por ejemplo al descubrir que otras personas se sienten identificadas en lo que decimos. En otras circunstancias ese premio metafórico es solamente una refuerzo por imitación. Si el público aprueba lo que hago, significa que tengo que seguir haciéndolo.

Todavía no puedo decir nada de ninguna recompensa monetaria.

Aunque expresarse es parte del arte de comunicarse en internet, hay poco de realidad en las redes. En mayor o menor medida todo es un esfuerzo concertado por mostrar nuestra mejor parte. O al menos la parte que va a conseguir la mayor recompensa, incluso si no es el lado más agradable de nuestra personalidad. De manera improvisada nos convertimos en la agencia de publicidad que organiza nuestras propias apariciones públicas.

¿Cuántos contactos tenemos en las redes? ¿De cuántos de esos perfiles recibimos información a diario? ¿De cuáles podemos decir realmente que nos une algún tipo de relación por fuera de la red?

No hay nada malo en una simple publicación para compartir algo de información sobre nuestras vidas en la red. Pero este es un libro sobre la adicción a internet. Si la idea de una obligación o compulsión para realizar una acción aparece mediando el asunto, bien tenemos que revisarla.

Además es evidente que toda la organización de la red en la forma de perfiles personales integrados a sitios gigantescos se volvió muy popular, y tenemos que suponer que responde a una necesidad de las personas.

Las personas querían mostrarse, y algo apareció dándoles la oportunidad para hacerlo. Aun así el completo quiebre del mundo privado filtrándose en lo público fue algo que me pareció sorprendentemente veloz.

En la década de 1990 todavía era común el consejo de no compartir datos personales en internet. La idea de ver públicamente el álbum de fotos o los videos con las vacaciones de alguien parecía fuera del plano de discusión, lo más aburrido del planeta tierra. Las maquinaciones de un exhibicionista. Era una idea simplemente demasiado extraña. Y sin embargo es la idea que definió de alguna forma la vida social del siglo XXI.

Por supuesto hay al menos tres formas de utilizar internet considerando a las redes sociales:

– Podemos ser quines publican la información

– Podemos ser las personas que buscan e interactúan con la información.

– Una mezcla de las dos anteriores.

Aunque con el tiempo creo que los dos tipos de personas se separan más y más. Es posible utilizar las redes sociales sin generar información, solo consumiéndola. Suponiendo esto el tercer grupo que genera y consume se va achicando más y más.

Entiendo que esto tiende a pasar porque la mentalidad de los dos grupos principales es fundamentalmente distinta. Lo que motiva a cada conjunto es diferente. En el primer caso la motivación es el premio. En el segundo, la motivación es la oportunidad de participar y juzgar sin exponerse.

Pero todo lo anterior es una simplificación. Las motivaciones pueden ser variadas. De todas formas solamente la persona que se expone conoce el riesgo del asunto. Conocer el riesgo la separa del resto, la perdida de la inocencia le hace interpretar el momento de otro modo. Puede incitar al público, puede manipularlo o puede no buscar hacerlo. Pero no puede evitar juzgar el ambiente preguntándose hacia a dónde van a dirigirse las opiniones ahora. ¿Se esta formando un club de seguidores o una turba iracunda? Eso no puede saberse hasta el último segundo.

Otra cosa es que si algo no se comunica en internet, se pone en crisis su existencia. Si no comparto una foto de la taza de café que estoy tomando ¿realmente lo esto bebiendo? El antiguo dicho zen sobre el árbol que cae en el bosque sin nadie para escucharlo se adelantó a todo esto.

Y luego esta el tema más comercial del asunto. Voy a aprender a cocinar. Bien puedo crear un video o una foto mientras estoy aprendiendo a cocinar. Y con esto generar puedo generar nuevo material para mis redes. Con algo de suerte consiga algo de dinero o reconocimiento por el doble esfuerzo.

Pensemos otro ejemplo. Voy a jugar un videojuego. Bien puedo trasmitir la partida por las redes y conseguir algo extra por mi diversión. Pero eso a la larga también termina por convertir cualquier pasatiempo en una obligación por cubrir las demandas del público por entretenimiento.

Si pudiéramos detenemos a reflexionar en el momento de navegación de una red social, si pudiéramos vernos en tercera persona mientras lo hacemos lo seguro es que diríamos algo como ”quién demonios es esta persona encorvada frente a una minúscula pantalla y porque esta viendo las fotografiás de las tostadas con manteca y mermelada que un completo extraño desayunó esta mañanas”.

Cientos de millones de personas emitiendo y recibiendo mensajes, una increíble cantidad de personas esperando a saber algo de tu existencia. Y sin embargo… ¿Cuántas personas realmente podemos conocer en la duración de una vida? Como pueden empezar a pensar, los números no cuadran. Miles de oportunidades de contacto, nadie que nos conozca. Y la web puede volverse un paraíso para la soledad compartida a una velocidad frenética.

¿Cuántas de esas personas con las que nos comunicamos en las redes están interesadas en nuestro bienestar? ¿Y cuántas se van a olvidar inmediatamente de nuestra existencia si simplemente nos ausentáramos por sorpresa de internet?

Probemos con una aproximación diferente al problema.

Digamos que en tu red social de elección tenemos unas cien personas que están entre nuestros contactos. No es un mal número, sin embargo un público de mil personas puede parecer poco cuando se pone junto a un público de cientos de millones que utilizan la red.

Es entonces que cien contactos parece poco contra el poder y la recompensa que podríamos conseguir de tener mil o cien mil contactos con la disposición a conocer y seguir todo lo que hacemos.

Pero un pequeño grupo de teatro independiente podría ver superadas sus más locas expectativas si su público fuera de 100 personas en una sola noche. Una banda de música no podría comprender su éxito si consigue más de cien personas buscando escuchar sus canciones en un show dentro de un bar.

Las relaciones entre el mundo de internet y la existencia fuera de la red no se miden por los mismos márgenes de éxito. Pero el sentido de realidad planificada de las redes parece ganarle en popularidad a la experiencia caótica del mundo real.

La red como valor moral

La sobrecarga de información que recibimos necesita ser justificada de alguna forma. Esa justificación puede ser personal, pero muchas veces es compartida.

Una de esas justificaciones que nos damos para encontrarnos siempre en linea se encuentra en la siguiente frase: necesitamos mantener la conexión para informarnos al instante de lo que ocurre.

Bueno, ya argumentamos en un capítulo anterior algo sobre esto. La forma en que la distribución de noticias se actualiza hoy constantemente responde más a una forma de entretenimiento que a la voluntad de informarnos. Entre el comienzo y la conclusión de un evento hay una gran cantidad de relleno, y si nos perdemos de ese relleno en nada cambia nuestra interpretación de lo que ocurre.

Pero todo esto merece un mayor análisis.

La información que recibimos parece superar con creces nuestra capacidad de decisión. De hecho este sobre análisis de la sociedad y la política muchas veces parece tan alejado de nuestra realidad cotidiana que bien podría ser información de otro planeta. Pensado de esa forma reducir la cantidad de datos que ingerimos parece una ventaja. Es preferible actuar sobre lo que podemos modificar antes que confundirnos y no actuar en absoluto.

Sin embargo el valor que se le da a la velocidad de las noticias es tan desproporcionado que la idea de dejar de prestarle atención a las operaciones políticas es considerado un ataque al sistema. Y esta crítica parece salir desde cualquier parte del espectro político.

Pero para ser razonable ¿Quién necesita consumir múltiples videos diarios analizando los pormenores de la vida política del país? El entretenimiento parece sacado de algo de la lucha libre, donde un grupo representa al partido político bueno y el otro grupo al malo. Elegí tu grupo favorito y preparate para el show, con sus lineas argumentales dramáticas incluidas.

El show puede ser divertido para ver, sin dudas vamos a poder escribir y leer comentarios burlándonos del grupo opuesto… pero sospecho que nosotros vamos a perder nuestro tiempo y las estrellas de las redes sociales que prestan la cara para el espectáculo van a recibir todas las ganancias.

Pensado desde esta crítica, la actitud de utilizar la red de una forma más moderada significa desinteresarse por la sociedad. Estar en linea significa estar “en sintonía” con el momento presente, y eso tiene un valor moral. Pero realmente es más bien un intento por humillar a las personas que prefieren no prestarle atención al show, con intención de que regresen al rebaño. Sin embargo esto no surge efecto, una vez que el espectáculo comienza a volverse aburrido es difícil volver a interesarse por la parte superficial de las noticias.

Imaginemos por ejemplo una discusión en un programa de televisión. La discusión gira sobre si la actitud de un criminal fue la correcta o la incorrecta. Pero nunca, en ningún momento, nadie comentó lo deprimente del caso.

Las noticias por lo general nos acercan a lo peor de la corrupción humana. Una perspectiva tan oscura nos afecta. La publicidad de un paquete de frituras busca movernos para que compremos de esa marca. Por lo general nadie pensaría observar publicidades de papa-fritas durante varias horas del día, porque conocemos el efecto esperado. ¿Por qué observar durante horas algo cuyo efecto esperado es el de transmitirnos depresión y tristeza?

Por supuesto lo que estoy diciendo no responde solamente a una actitud elitista. Y sin dudas no tengo nada en contra de la lucha libre. Sanemos sin embargo que existen millones de opciones de entretenimiento en la red. ¿Por qué concentrarnos en una forma de entretenimiento que hace tan poco por nuestro propio beneficio?

Pensemos esto del espectáculo político de otra forma.

Podemos imaginar que el desafió de la discusión entre dos partes de opinión opuesta es la de llegar al mejor resultado. En toda discusión tiene que poder encontrarse un punto óptimo, con cierto margen para modificar las opiniones con el tiempo según la verdad de lo teórico se comprueba contra lo real.

Pero ahora vamos a ponernos en el lugar de una estrella de la comunicación que se encarga de crear cuatro videos diarios contando porque un partido político es genial y el otro es pésimo. Esta persona no tiene ningún interés en alcanzar un acuerdo óptimo que ayude a las personas, su razón de ser es la de crear entretenimiento periódicamente. Cualquier tipo de consenso razonable solamente pone en suspenso su negocio.

El papel de la estrella de la comunicación política es el de crear drama. Si su acto comienza a ponerse predecible, simplemente cambia de máscara. Nada de la política sorprende una vez que entremos en la sintonía de esa mascarada.

Lo más importante es que creo que podemos generar ideas y ayudar al resto de las personas concentrándonos en las ideas fundamentales que hay por detrás de los temas. Pero ¿qué hacer al momento de interactuar con una persona dedicada a analizar hasta los detalles más intrascendentes de la actualidad?

En ese caso no es necesario desesperar. ¿No escuchaste una noticia y un conocido te la quieren comentar? Es una buena oportunidad para escuchar, y conocer el punto de vista de la otra persona. Existe un bonus extra. Al no conocer los acontecimientos podes excusarte de ampliar tu propia opinión, por desconocer los detalles. La mayoría de las opiniones apresuradas terminan por estar equivocadas. Es posible que la otra persona modifique también sus opiniones, cuando su luchador favorito cambie de máscara.

Un comentario sobre los comentarios

Del tema anterior también se sueltan las siguientes preguntas: ¿Al buscar análisis político en la red buscamos cambiar nuestras opiniones o reforzar las opiniones que ya estábamos pensando? ¿Consideramos realmente que vamos a modificar la opinión de alguien más cuando nos ponemos a discutir en la red sobre cualquier asunto?

Internet nos pone en contacto con personas de todas partes del mundo. Sin dudas una ventaja, la multiplicidad de opiniones nos da perspectivas diferentes para evaluar nuestras propias ideas. Pero escapemos a la respuesta más amable al marketing, y pensemos cómo nos relacionamos con esos otros seres humanos.

Al pensar en los sentimientos negativos que nos puede generar la red, primero pienso en los ejemplos más evidentes. Son ejemplos que creo pueden considerarse comunes para la población de internet. Se trata de emoción que sin dudas yo experimenté y sigo experimentando de tanto en tanto.

Es una buena idea dejar un comentario en el caso en que nuestro aporte puede ser de ayuda para el resto. Pero cuándo comentamos pensando en modificar las opiniones del resto, muchas veces no metemos e un ciclo que va a dejarnos más tiempo en la red del que necesitamos. Lo mismo en los momentos en que reaccionamos desproporcionadamente a las opiniones de alguien más, vamos camino a perder nuestro buen sentido.

Conocer en qué lugar esta colocada la trampa no consigue evitar que de tanto en tanto caigamos en ella, pero es bueno pensar en todo esto de tanto en tanto.

Pensemos por ejemplo en una persona que es hincha de un equipo de futbol, que tiene un gran interés en alguna película o algún partido político. Si esa persona entra en una parte de la red que hable en contra de eso que le gusta, va a sentirse agredida como si de un ataque personal se tratase.

Podemos imaginar que luego va a sentir enojo, va a enfrascarse en discusiones de múltiples comentarios, y seguramente luego va a arrepentirse de haberse dejado llevar de esa forma.

O lo contrario, la persona va a doblar sus esfuerzos en seguir discutiendo, entrando en un ciclo iracundo que poco favor le hace a su persona. La plataforma en la que escribe agradece sus comentarios, que van a traer más publicidad a la página. Pero en nada ayuda todo esto a la tranquilidad de la persona que comenta.

Para peor al comentar de esta forma tampoco le hace ningún favor a su propia causa. Al enfrascarse más y más consigue ridiculizarse, por su voluntad de responder a cualquier cosa se convierte en el remate de los chistes de bromistas anónimos.

Pero ese último es un ejemplo sencillo, seguramente hay muchos otros similares que podemos describir. Son ejemplos que sin dudas motivan gran parte del tiempo que pasamos en la red, girando para el lado de lo compulsivo.

Incluso si no interactuamos directamente con el tema que se trata, leer sobre drama, sobre pensamientos negativos o conocer la última declaración desaforada de la nueva estrella de la política de turnos parece atraernos como polillas a una lampara.

No puedo recomendar el drama como una forma de pasatiempo, pero si es lo tuyo estás de suerte. Siempre hay un nuevo comentario para leer, o un nuevo escándalo para pasar el tiempo.

Pasatiempos desde afuera

Este inconveniente lo encuentro una y otra vez, y es una trampa en la que suelo caer todo el tiempo.

El resumen: En lugar de vivir un pasatiempo, permitimos que alguien más lo viva por nuestra cuenta. En lugar de practicar la actividades que queremos seguir, nos contentamos con reunir información sobre ellas. En lugar de viajar, vemos los videos de alguien que viaja en nuestro lugar.

Puedo explicar un poco mejor el tema recurriendo a un ejemplo personal.

Siempre quise aprender a dibujar, pero nunca me animaba a hacerlo. Puedo echarle la culpa al miedo a no ser bueno dibujando, o a la vergüenza de tener que empezar desde cero. Eso sin embargo no me impedía consumir gran cantidad de tutoriales de dibujo, llegando al caso que ver esos tutoriales se convirtió en mi pasatiempo. Aunque yo no dibujaba nada, estaba enterado sobre todo lo del dibujo.

Ahora bien, se puede pensar que no había nada malo en eso último. Después de todo, al menos estaba viendo videos educativos, no estaba perdiendo el tiempo. Pero la realidad es diferente, ya que realmente no estaba aprendiendo nada. ¿Cómo puedo aprender sobre algo que nunca voy a hacer?

Terminaba un video y comenzaba el siguiente, cuando ya había olvidado todo lo ocurrido antes. Y tiene sentido, siendo que no practicaba nada de lo que me decían los tutoriales, nada me quedaba del asunto. Mi objetivo era solamente ver más tutoriales de dibujo.

Entonces me puse a pensar en el asunto. Las personas de los videos tenían exactamente el tipo de habilidad que a me me gustaría tener. Y sin embargo yo no podía hacer ni siguiera el más rudimentario garabato de palitos. En lo que resultaba un triste intercambio de papeles, el pasatiempo de esas personas era dibujar y el mio era observarlas dibujar.

Desde ese momento me decidí a abandonar ese tipo de videos, y a ponerme a dibujar en su lugar. Alcanza con decir que aun habiendo visto decenas de horas de cómo hacer arte, apenas si sabia lo que estaba haciendo. Pero al menos había dejado de consumir solamente lo que se me daba para empezar a hacer algo.

Por supuesto en algunos casos no nos queda otra opción que vivir algo desde afuera. Por ejemplo en un espectáculo de muy alto nivel, no queda otra opción que disfrutar a esas personas que tienen un gran nivel profesional. Por ejemplo el futbol, si no podemos jugar siempre podemos disfrutar el momento participando desde afuera de todo lo que hace el equipo por el que estamos alentando.

O podemos hacer las dos cosas. En mi ejemplo anterior, una actitud positiva podría ser la de dibujar mientras que en otros momentos observo videos de personas que me enseñan cosas nuevas del tema.

Pero regresemos al problema principal, el momento en que dejamos que alguien en internet experimenta los pasatiempos en nuestro lugar.

Lo primero que tengo que mencionar sobre la experiencia anterior es que el problema no estaba en los tutoriales en si mismos, sino en el uso que yo hacia de ellos. Los había transformado de una herramienta de aprendizaje en un pasatiempo por su propia cuenta. Y lo peor es que no me divertían realmente, eran simplemente lo más próximo que había a una experiencia que no me animaba a empezar.

Hoy si siento curiosidad sobre alguna técnica en particular de dibujo, por supuesto trato de encontrar un video tutorial. Pero en la medida de lo posible mi interacción se limita solamente a eso, ya no observo esos instructivos en cadena ni les doy un sentido diferente al que tienen. Ya no los utilizo como entretenimiento.

Creo que los pasatiempos son muy importantes para la vida diaria. Algunas aficiones nos enseñan cosas nuevas, otras nos divierten, y la gran mayoría consigue hacer las dos cosas en un solo movimiento. Más importante todavía, un pasatiempo nos ayuda a dejar de consumir irreflexivamente todo lo que se nos cruza por el camino dentro de los medios de comunicación.

Consumir algo sin un balance adecuado puede traer problemas rápidamente, y esto no es algo diferente con internet.

En la red recibimos videos, imágenes, audio e información de todo tipo. A veces podemos dejar un comentario o expresar si nos gusta o no lo que se nos presenta, pero en eso se termina nuestra interacción con el producto. Esa actitud pasiva parece ponernos en un tipo de trance, donde no se espera nada de nuestra parte más que seguir haciendo clic en el siguiente enlace.

Supongamos el mejor de los casos. Cuando se trata de ocasiones donde experimento los proyectos de alguien más realizando un pasatiempo positivo, al menos estoy contribuyendo con mi tiempo en apoyar los esfuerzos de alguien que esta creando algo. Por ejemplo puedo ver un video de alguien restaurando un auto. Yo no tengo la opción o el interés real de hacerlo, pero puedo interesarme en alguien que lo hace.

Por otra parte en algunos casos se inicia un ciclo que no ayuda a nadie. Digamos por ejemplo que me gustan los videos de bromas callejeras. Esto demanda cada vez más videos nuevos de bromas, o energía para almacenar los videos ya creados. A la vez le pone presión a quienes hacen esos videos, para hacer bromas cada vez más creativas y para encontrar quienes caigan en ellas. No me gustaría ser victima de una broma, pero estoy contribuyendo a que alguien más lo sea.

Al menos en la literatura entablamos una relación con una experiencia artística de las cosas. Viene a ser la diferencia entre leer una novela o ver una películas de viajes, contra el ver un video en las redes de alguien mostrando un hotel. El primer caso accede a una muestra creativa, el otro es solamente alguien desarrollando una tarea turística en nuestro lugar.

Una vez más, en algunos casos disfrutamos experimentar la felicidad de otras personas. No hay nada de malo ver a alguien haciendo lo que le sale bien, incluso si esto es disfrutar la barra libre de un centro turístico en la playa. El asunto es no dejar que esto se ponga por delante de la posibilidad de encontrar algo que si podamos hacer por nuestros propios medios, algo en lo que podamos obrar alguna decisión.

Un pasatiempo positivo plantea a mi entender un ida y vuelta más dinámico con la actividad.

Algunas aficiones requieren que les aportemos nuestra cuota creativa a lo que hacemos, mientras otras son más contemplativas. La filosofía para utilizar la red de una forma más sencilla propone buscar cualquiera de esas dos alternativas, siempre que puedan aportar algo positivo a nuestra persona o nuestro entorno.

Puede ser cualquier pasatiempo realmente, desde mirar el cielo hasta cocinar el desayuno. En general entiendo que lo mejor es recordar buscar actividades que nos permitan usar los sentidos por nuestra propia cuenta. Lo mejor es no caer en un ciclo donde permitimos que otras personas vivan la vida en nuestro lugar, algo que creo ocurre tan comúnmente en el uso compulsivo de la red.

Múltiples vidas en paralelo

A veces me parece que tenemos una vida en linea, y otra vida en el mundo fuera de la red.

Bueno, incluso puede ser que tengamos muchas vidas en linea y muchas en el mundo real. Pero entiendo que por las facilidades de internet, la mayoría de nuestras identidades se desarrollan en linea.

Esto es algo importante a tener en cuenta. Es porque la diferencia fundamental que se abre entre estas dos o más vidas, la real y la que representa la red, es una de esas cosas que puede generar gran cantidad de incomodidad y preocupación en lo cotidiano.

Se presenta una presión por mantener la actividad de manejar dos o más personalidades en paralelo, durante todo el tiempo.

Supongo que todo esto descripto así sin ejemplos puede parecer raro, pero realmente es algo tan común que creo que va a ser fácil de entender. En algún punto creo que cualquiera que adquiere una cuenta en una red social empieza a sentirlo, aunque solo sea algo que siente muy en el fondo de su cabeza.

Para empezar no hay nada extraño en que una persona maneje varias máscaras con las que se presenta en sociedad. Esas máscaras pueden o no representar aspectos de su propia personalidad.

Pensemos en el rápido caso de una persona con dos grupos de amistades. En uno de estos grupos, la persona se presenta como alguien que no le gusta la vida nocturna y de un humor carente de doble sentido. Para el otro grupo, la misma persona se presenta como alguien a quien le gusta hace bromas pesadas y que le gusta salir cada noche a un lugar diferente.

Tal vez todas esas características son partes distintivas del mismo individuo, o tal vez son características que adopta nada más para poder conseguir encajar en cada grupo. Eso no nos importa tanto ahora como nos importa remarcar que efectivamente ofrecemos distintas caras a distintos grupos.

Pero aunque esto es en apariencia algo común en la vida de las personas, la red consiguió desdibujar los límites. Podemos imaginar que antes de la aparición de internet, existía al menos la ventaja de volver más sencillo separar en compartimentos los grupos. Al menos porque se puede poner una distancia entre los espacios.

Una red global que invita a compartir y transmitir todo fácilmente hace que los grupos se fusionen. Por la misma forma de las redes sociales que incentiva incluir contactos en común entre cuentas, es fácil que secretos de espacios separados se vuelvan situaciones que fusionan todas las máscaras en una sola.

Ahora siendo que muchas vidas parecen existir solamente en la red, lo anterior se vuelve todavía más confuso. Pero en este caso las dos personalidades no existen solamente en el mundo privado de la persona, sino que existen a la vista del mundo. Literalmente interactúan con el mundo. En algunos casos las múltiples imágenes que transmitimos incluso se cruzan entre ellas.

A mi entender, la mayor cantidad de sufrimiento ocurre cuando la persona no quiere que estas diferenes personalidades se conecten entre si.

La inquietud llega del miedo porque una de las vidas, con sus amistades y su propio carácter, choque con la existencia de la otra. Por supuesto no esto hablando de un encuentro metafórico, estoy hablando de un encuentro real. Las dos identidades existen después de todo al mismo tiempo. Ambas son igual de reales respecto a lo que la persona y la sociedad se refiere.

Otra característica de todo esto que tenemos que tener en cuenta es que tanto el espacio real como el virtual tienen su propio peso. Algunas personas pueden balancear el peso de esos espacios, en ese caso apagar o interrumpir una de las vidas es un poco más sencillo.

Pero en cierta forma este acto de equilibrismo entre espacios es cada vez más difícil. Una humillación en la vida virtual puede llevar a consecuencias directas dentro de la vida real. Y a la vez cualquier acción de la vida real puede ser transmitida en directo hacia el mundo virtual.

Siendo esta subdivisión tan difícil de llevar adelante, es comprensible que en algunos casos detener la compulsión por la red no consista en simplemente en apagar la pantalla. La existencia de la persona física se encuentra directamente vinculada a la existencia que presenta en el mundo de internet, por lo que termina por encontrar que parece no tener escape a ninguna parte.

Mucho drama, poco beneficio

El chisme y el escándalo parecen ser un condimento más del mundo del espectáculo y la política.

A veces el escándalo parece ser utilizado como parte de la máquina del marketing para vender entradas o conseguir votos. Otras veces el drama de celebridades se utiliza en si mismo como un entretenimiento de dudosa calidad. En los peores casos se trata de una feroz invasión de la vida privada de cantantes y estrellas de cine.

Con todo, el análisis con lupa que sufren de las estrellas del espectáculo al menos se puede descartar como un efecto indeseado de la fama. Otro bien generado los medios de comunicación, indeseado pero prácticamente inseparable de la producción de entretenimiento.

Las contraprestaciones de explotar el mundo privado de personas públicas parecen ser al menos lo bastante jugosas como para aliviar las penas. Nadie quiere que su vida sea analizada minuciosamente por una turba deseosa de entretenerse por su infortunio. Pero si ocurre ese ataque a la intimidad, al menos el alivio de recibir múltiples millones de dólares por las molestias aligera la carga de los suplicios.

En apariencia todo el asunto parece inhumano cuando hay cifras millonarias involucradas. Entonces podemos imaginar que estar en la misma situación pero sin recibir nada a cambio tiene que ser mucho, muchísimo más horrible. Todas las penurias de la falta de privacidad, pero cero de las ventajas del éxito que compensa a cantantes y deportistas profesionales.

Internet tiene una gran capacidad para distribuir la fama, esos proverbiales quince minutos. El problema es que la fama puede llegarle a cualquiera, incluso a quienes no la desean. La distribución de recompensas parece igual de borrosa que antes de la red.

Tenemos la opción de ser juzgados en linea, con cero ventajas agregadas. Una persona puede estar compartiendo las fotos de su cumpleaños o de sus vacaciones un segundo, siendo victima involuntaria de la fama al siguiente.

Hay que hacer una distinción todo en esto, y es que cuando compartimos una opinión en internet sabemos que va a quedar bajo el escrutinio de la mayoría.

Puede pasar que lo que estamos compartiendo tiene problemas fundamentales, en ese caso realmente no hay mucha opción de queja. Realmente no me preocupa la crítica de ideas, la crítica de arte arte, o realmente cualquier análisis de discusión. Quiero llegar a otro nivel del asunto, mucho más atractivo para nuestra cuestión y que puede alimentar la compulsión por el uso de la red.

El escándalo parece ser un subproducto de la industria del entretenimiento. Alguien llega a la fama digamos por actuar muy bien en el cine, luego su vida privada es explotada para extraer un poco más de contenido. Las películas duran como máximo algunas horas, pero la necesidad de entretenimiento es eterna. Pero ocurre que el escándalo también puede ser el plato fuerte. Casi siempre en los momento que se necesita entretenimiento rápido y barato. Un drama cinematográfico dura un par de horas, pero necesitamos divertirnos mucho más que eso. Entonces aparece el intento de facilitar un espectáculo con algo que en apariencia es tan real como lo real.

Algunas personas llegan a la fama sin tener ninguna habilidad característica más que su capacidad para generar escándalos. Y por esto me refiero a cualquier suceso que se le pueda sacar beneficio por su carga emotiva. Por ejemplo, una persona se pone en situaciones que generan problemas con otras solo para generar discusiones y polémica.

No estoy juzgando a esas personas, en algunos casos lo hacen por el dinero involucrado en hacerlo o porque simplemente no pueden evitarlo. Pero si señalo que internet exacerba el deseo por seguir a este tipo personas, aunque al hacerlo nos arrastran a rebajarnos a perder nuestro tiempo.

Como un accidente que no podemos dejar de ver, estos casos de drama prefabricado siempre prometen caer un poco más bajo en su búsqueda de relevancia. Se trata de casos donde el escándalo no parece ser un subproducto, sino que es el plato principal. No son personas que ganaron un lugar en el centro de atención por su talento, su único objetivo es el de generar controversia a toda velocidad.

Si se trata de alguien que esta bajo la lupa de la red sin quererlo y nos dedicamos a participar, estamos lastimando a personas que ya tiene sus propios problemas. Ni siquiera podemos saber si merecen ese tipo de escarnio, y sin dudas no hacemos ninguna justicia al juzgar eso. El problema es que la red no tiene instituciones como en la vida real, la justicia es directamente distribuida en la forma de interacción y participación.

Internet puede terminar con alguien, aunque el público parece amar las historia de redención. Por otra parte la red no es un solo bloque, las opiniones sobre cada escándalo pueden variar,

Por el contrario seguro existen casos en los cuales la persona busca generar altercados o escándalo solamente para tener más visitas en su cuenta o perfil. Si nos metemos en un ciclo que nos deja atados a la pantalla para seguir a estas personas estamos perdiendo tiempo y dinero en un espectáculo de baja calidad. Estamos invirtiendo nuestra atención en algo que seguramente no quisiéramos para alguien que conocemos.

En general, creo que en los dos casos anteriores lo mejor es dar un paso al costado y no alimentar el factor morbo que los mantiene en linea.

Por supuesto esa es mi propia escala para medir el tema, cada quien puede navegar la red según tenga ganas. Pero la cuestión merece una mención al menos al pasar, porque también forma parte del uso compulsivo de internet.

Siendo que el drama es una forma de entretenimiento, y la aparición de escándalos menores se sucede tan rápido, los infortunios de una persona pueden general material para sostener sus redes sociales teóricamente durante años.

Cualquiera que se decida a seguir de cerca uno de esos casos pronto va a encontrarse revisando sus notificaciones continuamente. Y esto es algo poco recomendable si nuestra intención es utilizar internet de una forma más consciente y meditada.

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