Enigma Internauta | Capítulo 3: delineando mi conflicto con la red

Enlace para el capítulo 2

Internet, ese experimento único

En la década de 1960 fue creada ARPANET, una red para compartir información entre unidades de investigación y universidades. Luego en cada década siguiente aparecieron sucesivos avances que expandieron el uso de la red y la estandarizaron. El correo electrónico, nuevos protocolos de comunicación y computadoras más rápidas y mejores.

Más tarde durante 1990 con la creación de la “World Wide Web”, la red global de computadoras comenzó a incluir cada vez más al público en general. La utilización de un navegador para visitar páginas y otros avances similares aumentaron la facilidad de recorrer el medio. Todo dio en la creación de un verdaderamente nuevo espacio virtual que, como veremos a lo largo del texto, transformó de forma intensiva nuestro modo de entender el mundo.

De algún modo me gusta pensar que todos los avances tecnológicos que siguieron a la aparición de internet palidecen cuando se los compara con la red. Internet le dio al cierre del siglo XX la invención de algo genuinamente original: una expansión del mundo físico a un nuevo espacio intangible.

¿Qué vuelve a la internet en algo tan original desde mi opinión? Bueno, podemos pensar que muchos inventos o artefactos que usamos son una expansión de algo anterior o una mejora de algo conocido. Ejemplo, el auto es una versión más rápida de la ya conocida carreta. O el auto es una consecuencia del motor a vapor, siendo el motor el invento que le abrió paso al auto. Meditado de esa forma, el auto es un invento revolucionario pero a fin de cuentas una expansión de algo conocido.

Muchos inventos que hacen nuestra vida ms fácil son actualizaciones de proyectos que se iniciaron hace incontables años. ¿Estoy exagerando? Puede ser. Voy a probar explicarme un poco más en otra serie de ejemplos rápidos.

Pensemos en un teléfono inteligente que lleva en su interior una cámara de fotos con flash, un reproductor multimedia, mensajería instantánea, un sistema de localización satelital y entre otras cosas una pequeña linterna. La invención de un aparato de esa clase ciertamente volvió más económico el uso de todas esas tecnologías que antes corrían por separado, permitiéndole a muchas más personas utilizarlas. Realmente una revolución para el nuevo acceso a la información. Pero la revolución del teléfono inteligente le dio un sentido más practico a tecnologías que ya existían antes de crear algo nuevo. Ya existían cámaras de fotos digitales y mensajería instantánea en las computadoras. Más todavía, un teléfono celular sin internet tiende a volverse aburrido bastante rápido. La red es el alma de esa fiesta. Pensado de esa forma, un smartphone no es más que ua expansión del territorio de la red.

Pero vamos más lejos todavía. Incluso si imaginamos una realidad virtual que pueda contenernos en su interior, donde todas las interacciones ocurren en el ciberespacio, hablaríamos otra vez de una expansión de la web.

Con esto no quiero decir que hay inventos mejores o peores que la internet. Pero si hay creaciones más contundentes que otras, y la transformación que siguió a internet fue muy contundente. Por el contrario, otras invenciones igual de fascinantes tardan más en mostrar sus frutos. Es simplemente una cuestión de escala. El evento de la red hace que muchas invenciones que tomadas por separado resultarían fantásticas, en comparación con lo que nos presentó la red parecen menos emocionantes.

Se puede preguntar entonces ¿No es internet también un invento que depende de tecnologías anteriores? Y eso es cierto, para que la red se volviera posible tenían que existir otras cosas antes. El desarrollo de monitores, periféricos, avances de la electrónica, lenguajes de programación, sistemas operativos y muchos otros elementos culminaron en internet. No se puede descontar que la aparición de la computadora también revoluciono al mundo. Pero incluso teniendo eso en cuenta, incluso si decimos que la red es consecuencia de algo más como dije antes que el auto es consecuencia del motor y la carreta, todavía hay algo extra. Y eso es lo siguiente:

Lo verdaderamente original de la red fue la creación de un espacio paralelo al mundo real.

Ahora entro más directamente en algo más poético tal vez, pero voy a intentar explicarme.

La red es como una extensión del mundo físico, expandiéndose al rededor de lo tangible. En un sentido nuevo, la internet le bajó el precio a la existencia del mundo físico y le abrió la oportunidad para la aparición de cosas simplemente espectrales. Personalidades intangibles, universos dentro de universos. Por ejemplo puede existir un museo en la red, al que se puede visitar solo desde la red y con obras que existen solo en la red. La existencia de ese museo se encuentra solo en servidores al rededor del mundo, pero su impacto y valor en el mundo del arte van a sentirse de igual forma que su equivalente en el mundo real.

Desde esa perspectiva, se tiene que entender internet como un lugar donde una persona puede escaparse o perderse; realmente como una verdadera apertura a otro planeta. La idea puede parecer exagerada, pero voy a ampliarla en todo lo que sigue.

Considerando lo anterior, es entendible que internet genere un campo de atracción más grande que otros medios hasta el momento. En teoría podemos pensar en leer revistas o en televisión por cable como actividades que pueden engancharnos a tal punto de afectarnos negativamente. Pero esos otros medios no tienen el agregado de agrear un mundo paralelo, no al menos al nivel que propongo lo hace la red.

Internet hoy no es solamente un combo de formatos como música, imágenes y texto, también genera la posibilidad de cultivar una o muchas vidas en lineas. Y en cierto modo no se sabe cuál de las dos identidades en juego, si la real o la digital, es más importante. Tal vez ya no exista ninguna diferencia entre ambas. Más sobre esto luego.

Pero para cerrar este breve apartado de la introducción, es bueno recordar que el siglo XX sin dudas tuvo un gran abanico de tecnología, y nos empujó en una trayectoria muy difícil de asegurar. Estos saltos de potencia tienen ecos que aun se expanden en nuestro desarrollo, como una lata de aerosol arrojada a una fogata se expande y salpica con sus vapores corrosivos a la concurrencia de la fiesta, quienes ahora miran el espectáculo sin tomar conciencia de la gravedad de lo ocurrido.

Una explicación personal

Un avión o una cámara de fotos no van a parecer muy emocionantes para alguien que se encuentra en un lugar donde los aviones y las cámaras son moneda corriente. El modelo mental del mundo para esa persona ya incluye a estos artefactos, que ya son otra parte más de la forma en que todo funciona. Pero imaginemos la impresión que una cámara de fotos causó en alguien que vivió durante la invención de la misma en el siglo XIX o intentemos ponernos en el lugar de alguien que presenció la creación del avión en 1903.

Siendo que yo estaba entrando en la adolescencia a mediados de la década de 1990, pude asistir a la aparición comercial de la internet más o menos de primera mano. Nada especial. Al menos por lo que recuerdo, todo eso se vivió de manera gradual.

Al igual que muchas personas encontré internet por primera vez con la aparición de los primeros cibercafé, lugares donde se podía alquilar en fragmentos de tiempo el uso de una computadora con acceso a internet. Mi perspectiva entonces solo incluye la del entretenimiento juvenil, no se cómo ocurrió en otros ambientes. Por ejemplo, nada de este recuerdo del momento incluye booms financieros, burbujas especulativas ni nada similar.

Ahora empieza lo extraño, ese sentimiento difícil de describir al encontrarse en presencia algo completamente nuevo. La adopción de la red pudo parecer gradual desde mi punto de vista. En todo caso no fue una carrera para usarla todo el tiempo, era otro tema de conversación del momento que aparecía de tanto en tanto. Pero desde un primer instante se podía notar que esto de entrar a internet no era otro simple pasatiempo.

En ese entonces la popularización de la red no me pareció solamente como una expansión de la computadora. Internet era un nuevo nivel de existencia en el que habitar y desarrollarse. No quiero decir que en ese momento entendí exactamente lo que estaba pasando, porque nunca se sabe a ciencia cierta hacia donde va a dirigirse la utilización de una nueva tecnológica. Lo que quiero decir es que aunque no entendía bien lo que estaba pasando o si se trataba de algo importante, si podía darme cuenta que era algo genuinamente original. Algo no experimentado antes.

El invento no pudo llegar en un mejor momento. La sensación era completamente refrescante porque en este punto la geografía del mundo ya se presentaba agotada para nuevas aventuras de descubrimiento. Prepárense para más metáforas acerca de “paisajes” y “terrenos por explorar”, tengo varias de ese estilo y mi intención es usarlas todas.

Pero como decía, todo rincón del planeta que podía ser explotado comercialmente ya tenía tiendas de recuerdos turísticos. La creación de nuevas formas culturales se veía rápidamente codificada, donde fueras ahí estaba la sociedad esperando para venderle una gaseosa o alguna camiseta con lemas repetidos.

Con esto quiero decir que los espacios para conseguir información se aparecían más bien definidos. Ejemplo, una revista podía publicarse en kioscos de revistas de manera oficial o una revista podía ser una serie de fotocopias enganchadas y vendida en festivales de barrio. La suerte de la distribución de ambas parecía generada desde antes.

Pensemos principalmente que la distribución de la información anterior a la red parecía muy poco dinámica, por decir algo. La entrada a esos círculos de información tenía un alto costo de ingreso. Ejemplo, digamos que te interesaba pintar con acuarelas. Para pintar con acuarelas necesitabas encontrar un lugar físico con gente que hiciera esa actividad. Y los roles de esa actividad ya estaban distribuidos dentro de ese hipotético grupo, desde profesionales universitarios hasta principiantes. Al contrario hoy con un único pago de un mes de internet domiciliaria posiblemente puedas encontrar suficiente información sobre pintura en acuarelas para que te alcance por los próximos cien años. Y si no te gusta la persona que da el curso, simplemente cerrás la página y buscás un espacio virtual nuevo. Entrada y salida prácticamente ilimitada.

Entonces la web prometía algo diferente. Internet no se presentaba como un espacio saturado. Prometían que la historia se había interrumpido y sin embargo ahí estaba la web, un cosmos en apariencia vacío donde todo estaba por pasar. Solo entrar y empezá a buscar. Sin roles predefinidos de antemano, poco a poco la red fue invitando al público a dejar su huella en ese nuevo territorio a explorar.

Eso no quiere decir que no se consiguieran datos antes de la red: las cintas de video eran compartidas, los diskettes y los discos compactos se intercambiaban y copiaban. Las consolas de videojuegos se usaban hasta quemar los transformadores. Se podían conseguir libros y manuales, mientras las revistas llenaban los vacíos de los hobbys más comunes. Por no hablar de las revistas más extrañas, donde la gente se negaba a utilizar ropa. Pero aun así se podía agotar un tema, cualquier tema, con facilidad. Incluso si pensamos en un lugar con mucha información libre, toda esa información estaba limitada completamente por lo material.

Antes de todo esto que estoy mencionando, seguramente otras personas más avanzadas en el tema de la computación ya usaban algún tipo de redes para compartir información y archivos. Eso desde bastante antes que la década de 1990. Pero solamente intento comentar mi impresión personal, dónde no sabia nada de eso. Y si en ese entonces si yo quería saber algo nuevo de algo, iba a tener que ahorrar para comprar una revista o pedir un libro prestado. No muchas más vueltas en el asunto.

En lo que se refiere al acceso a la información, eso era como estar en un desierto. Pero tampoco podíamos saber que estábamos en el desierto, porque no conocíamos otra cosa que la arena y algún ocasional charco de agua. O alguna ocasional palmera con un coco. Y entonces Internet. Fue como si alguien interrumpiera mi peregrinación por las dunas de arena para regalarme la llave a la fábrica de botellas de agua. Y el regalo era acompañado también por la fabrica de palmeras y cocos, todo junto, en un infinito festival de datos.

En esto aplica la misma regla que mencionaba en el capítulo anterior. En casos de la tecnología, no podemos conocer más que lo inmediato. Para alguien que nació con la red, la facilidad para conseguir información y guardarle en el bolsillo puede ser el orden natural de las cosas. Imaginar la situación de una persona acumulando toneladas de manuales técnicos va a parecer increíble, parte de otro paradigma tecnológico de la antigüedad.

En cualquier caso, aun recuerdo mi primer contacto con la web: amor total a primera vista. Por ejemplo, hasta ese momento cualquier información sobre videojuegos venía en la forma de una revista mensual. Como mucho en pequeños fragmentos de algún programa de televisión. Y en este nuevo espacio podía encontrar a una multitud anónima hablando sobre videojuegos.

Otro ejemplo alegórico. En 1998 se estrenó la película “Los Expedientes Secretos X”, dirigida por Brob Bowman. Antes de conseguir verla en cines, yo ya podía conversar por chat con personas que habían visto la cinta en Canadá, donde se había estrenado unas semanas antes. Esas personas podían explicarme como encajaba el relato dentro de la serie, entre otros detalles de interés.

Lo que hoy parece solamente una parte más del marketing de una película, en ese momento era algo diferente. La red prometía un nexo total con nuevos espacios de información, y sin dudas cumplía.

De todas maneras esto era solamente el principio de nuestra historia con internet. Era como un regalo mágico otorgado por fuerzas misteriosas e incomprensibles. Sin embargo el obsequio de la información infinita llegó con clausulas que eran muy difíciles de adivinar en aquel momento.

Pronto el desierto de datos se saturó de información, y todo lo que quedó del paisaje fue la fotografía de un terreno hostil para el cerebro. Ahora si exagero un poco. Probemos con otra analogía: El desierto de la información se saturó con el agua de la web, por debajo de sus dunas aparecieron grandes riquezas y no menores peligros. Si, creo que esa frase funciona mejor.

El asunto es, no creo que la superabundancia de datos se trate exactamente de un problema. No quiero que haya menos datos. Me gustan los datos. El obstáculo esta en encontrar la forma de filtrar esos datos, para que resulten lo menos nocivos posible para nuestro propio bienestar.

Por un ejemplo de lo anterior, podemos pensar en un restaurante de “tenedor libre”. Uno de esos bufete donde se puede comer todo lo que se quiera por un solo pago. Este restaurante tiene las mejores comidas, las mejores recetas que podemos encontrar. El inconveniente es que no importa la calidad de los alimentos, si nos desesperamos por comer todo al mismo tiempo todos los sabores van a terminar por mezclarse. O vamos a saturarnos inmediatamente, lo que va a arruinar el resto de nuestra estadía. Necesitamos saber qué vamos a consumir y cuáles son las menores opciones antes de empezar. Por sobre todas las cosas necesitamos guardar tranquilidad, centrarnos en lo que se necesita hacer en el ahora. Encontrar la forma de usar la red con moderación es como aprovechar lo mejor de un restaurante fantástico, todo con la confianza de alguien que sabe que comiendo despacio va a sacar lo mejor de la situación.

Un conflicto difícil de dibujar

Si estoy escribiendo esto es fácil de entender que tengo algún tipo de problema con el uso que le doy a la red. Una suerte de preocupación que me molesta. Lo que antes era una promesa de información y diversión, ahora trae una carga de pesadumbre y desesperanza.

¿Se puede cambiar eso? Para transformar de vuelta nuestra navegación de la red en algo positivo, vamos a tener que modificar algunas cosas. Tal vez no podemos salirnos de las tempestuosas mareas de la red, pero eso no quiere decir que naveguemos a la deriva. Podemos tener un lugar al que queremos llegar.

¿Cuál puede ser entonces un objetivo optimista? Recapturar el sentimiento de asombro a la hora de navegar. Ese sentimiento que intenté describir antes, de las primeras veces que empecé a usar la red. Descartar la sensación de hastío para reemplazarla por una utilización meditada de esta tecnología. Y entre otras cosas, reflexionar sobre el uso que le damos a la red. Navegar internet con un propósito. Incluso la búsqueda de un propósito sirve como un buen lugar para aferrarse y protegerse del nerviosismo que aporta la red.

Por otra parte si elegiste leer este libro, y no estas haciéndolo por compromiso o por pura amabilidad, lo más seguro es que vos también tenés algún tipo de problema con tu relación con la web. Vamos a tratar de entender cuál puede ser ese problema y por qué nos afecta.

Por supuesto cada persona tiene diferentes formas de enfrentar la forma que utiliza la red y los sentimientos que le generan. A la vez, diferentes formas de reaccionar.

Por ejemplo algunas personas solo sienten que tiene un problema cuando usan internet para procrastinar en algunos momentos específicos. Eso por ejemplo en esas ocasiones que no quieren realizar un trabajo práctico o estudiar para un examen y prefieren escapar por unos minutos… que fácilmente se convierten en algunas horas.

Otras personas por el contrario sienten que simplemente no pueden dejar de visitar la red, incluso en las ocasiones que se proponen dejar de hacerlo. En esos casos vuelven una y otra vez al mismo juego o al mismo sitio; gastando tiempo y dinero que por otra parte preferirían utilizar en otra cosa distinta.

Entre esos dos casos seguramente podamos encontrar un gran abanico de variedad, cada persona con ideas y conceptos distintos de lo que están experimentando.

¿Qué se puede pensar de esta suerte de experiencia común? La frase “el elefante en la habitación” hace referencia a ese problema que todas las personas en un lugar conocen, pero que también ocultan como un secreto implícito porque nadie quiere mencionarlo. Es un problema conocido y bien presente, pero también encubierto e incomodo. Y es por esa misma incomodidad que nadie quiere discutir el asunto con el resto.

Imagino que internet guarda varios de esos elefantes en la habitación, que se cruzan constantemente en nuestro panorama. Tal vez el más grande de esos secretos manifiestamente obvios es la adicción o la dependencia a la web.

¿Por qué se trata de un secreto incomodo? Siendo que la red es experimentada por muchas personas, su estatus como actividad potencialmente adictiva no es siempre fácil de aceptar. Parece ser una de esas ocasiones de “si no me traer problemas a mi, seguramente no le trae problemas a nadie más”.

Supongo que esto también se relaciona con que internet representa algo relativamente nuevo en la historia de la humanidad. Hay menos dudas con las problemáticas generadas por cosas que conocemos desde mucho más atrás, como los juegos de azar y otras actividades similares.

Aceptamos sin dudar que alguien tiene deudas de juego. Aceptamos a la vez más fácilmente que algo como una máquina traga monedas fue creada para mantenernos utilizándola. El mismo nombre de la máquina lo dice. Pero entiendo que puede costarnos pensar que un sitio web traiga dificultades similares a los de esa máquina traga monedas para una persona. El sitio web es tan nuevo y su uso nos parece tan natural que ofusca los primeros intentos de evaluación.

Pero como ya analizamos antes, la forma en que nos relacionamos con la tecnología cambia todo el tiempo y lo mismo nuestro entendimiento de las cosas. Podemos notar todo esto con otro de nuestros ejemplos ultra rápidos.

Imaginemos a dos personas. Una de ellas toma dos litros de gaseosa al día y la otra calma su sed solamente con agua. Para la primera persona todo ese jugo carbonatado es su estado básico, no puede pensar ni siquiera comenzar la jornada sin ese néctar azucarado. Por el contrario para la persona que solo toma agua, dos litros de gaseosa van a arruinarle el apetito durante el resto del día. En este caso el contraste es tan grande que es fácil encontrar la diferencia entre la forma de actuar de ambas partes. Las dos pueden comparar el accionar de la otra, y con ese contraste sacar conclusiones relevantes que van a ayudar con sus vidas.

Pero ahora imaginemos que las dos personas solamente toman gaseosa. Ninguna de las dos conoce lo que significa tomar agua. Tal vez sospechan que hay algo extraño en el asunto, tal vez sospechan que hay algo más en el mundo de las bebidas que la gaseosa, pero bebida azucarada es todo lo que conocen. No hay un contraste que puedan ver, sus posibles conclusiones no se enriquecen con otros contrastes.

Sigamos desarrollando el caso anterior. Las dos personas que solamente toman gaseosa realmente no pueden explicarse exactamente el por qué no pueden funcionar correctamente en sus actividades sin tanta azúcar durante el día. Pero nadie va a querer quejarse, para no arruinarlo para el resto. La gaseosa es después de todo tiene bastante buen sabor y pocos beneficios hay en presentarse como “anti gaseosa”. Mencionar el asunto va a romper ese delicado equilibro en el que todas las partes parecen disfrutar, por lo que el posible problema se vuelve un secreto compartido implícitamente. Tal vez existe, tal vez no.

La gran diferencia que podemos extraer es que al menos al momento de escribir todo esto, existe un consenso en la sociedad respecto al consumo de gaseosa. Podemos conocer cuántas cucharadas de azúcar tiene una botella de la gustosa bebida, y a partir de eso tenemos la oportunidad de moderar su consumo. Nuestra elección surge de un contraste de información.

Siento que esto mismo no pasa de la misma forma con el uso adictivo de internet, en donde creo yo no hay un consenso en la vida diaria. Me refiero por supuesto a un consenso al nivel del público, en el caso que no sabemos cuánto demasiado. Usar cinco minutos de una red social no parece muy diferente a usarla durante cinco horas, porque la respuesta depende para cada persona y los resultados cambian en cada caso.

Al mismo tiempo tengo la siguiente creencia: disfrutamos muchas partes de la red incluso en los momentos en que sospechamos que es dañina para nuestro bienestar. Siendo que nadie quiere terminar con la fiesta, supongo que muchas personas sufren en silencio por esto. Un ejemplo, alguien no quiere participar en una red social, pero todo el conjunto de su escuela la utiliza por lo que la presión de sus pares le lleva a usarla.

O por otro ejemplo de lo anterior, suponemos que una serie de comentarios negativos va a afectar para mal la vida de una persona. Pero nos divertimos leyendo esos comentarios porque nuestra diversión es más importante que la vida de alguien que solo conocemos por la pantalla. Esa distancia impide llegar a un buen balance de nuestro accionar.

Estas ideas anteriores son solamente conjeturas, puedo equivocarme en mi evaluación del asunto. Recuerden que esto es solamente un ejercicio de filosofía no profesional. Pero incluyo esos mismos ejemplos como posibles situaciones que pueden evitar que alguien pida ayuda cuando siente que la forma en que utiliza la red afecta su bienestar general. Voy a seguir expandiendo algunos de estos conceptos más adelante.

Atención frugal

Pensemos en otro detalle donde parece que otra vez tampoco existen buenos puntos de referencia. Es otro de esos conceptos que se vuelven complicados para describir por varios motivos.

Al momento de discutir sobre el tiempo que pasamos en la red, tanto sea en foros de discusión en linea o en la vida diaria, casi siempre aparece rápidamente la misma idea. Esta idea nos habla una creciente falta de concentración que afecta a la persona. Y esa falta de concentración parece promovida por al menos algunos aspectos de internet.

Las conjeturas parecen ser las siguientes. Primero, por algún motivo es como si el uso de internet estuviera afectando nuestra capacidad para prestar atención de forma profunda en una única cosa a la vez. Segundo, encontramos una creciente dificultad para enfocarnos en tareas complejas, y la red potencia ese problema.

Se puede notar que se trata de conceptos complejos. ¿Qué nos puede contar nuestra propia experiencia de esto? Tengo que decir que, al menos siguiendo una primera autoevaluación, encuentro que hay algo de cierto en el tema.

Pensemos por ejemplo en este mismo párrafo en el que nos encontramos enfocados ahora. Para escribir este párrafo tuve que ponerme frente a la pantalla pensando solo en esto por un buen rato. El resultado puede ser irregular, pero la misma acción de hilar los conceptos me demanda completa atención por un fragmento de tiempo. Para poder escribir tengo que sentarme y dedicarme solamente a esto, evitando usar la red en esos momentos.

Pero lo extraño no es que no puedo usar internet mientras me dedico a escribir, eso es razonable. De otro modo hubiera pasado el momento viendo videos y no hubiera hecho nada más. Lo que encuentro extraño es que también tengo que evitar la red al menos por un rato antes de ponerme a escribir.

Ahora bien, paso a explicar lo anterior. Encuentro que por lo general puedo volver de caminar o de hablar con un amigo por una hora, sentarme inmediatamente en la computadora y escribir sin dificultades. Pero para el caso contrario, si paso una hora dando vueltas por internet, me resulta muy difícil frenar y luego concentrarme para poder escribir directamente después.

De lo anterior entiendo que es como si necesitara un periodo de “enfriamiento” luego de navegar. No me ocurre eso mismo si leo un libro por ejemplo o si hago una única tarea en la computadora, cosas que me demandan menos energía para abandonar antes de centrarme en algo distinto.

Podemos notar entonces que algunas actividades requieren mayor enfriamiento que otras para poder encadenarlas una tras otra, creo que eso puedo extraer de la anterior experiencia. O al menos la tarea de navegar es tan agotadora para mi atención que todo lo que sigue después parece borroso, cómo si no pudiera ajustarme realmente al cambio de velocidad entre medios.

Lo mismo me ocurre con los videojuegos. Luego de jugar no puedo dormirme inmediatamente, como si necesitara despejarme primero de tanta velocidad y adrenalina con el objetivo de poder conciliar el sueño. En gran medida esto es lo que me hizo abandonar definitivamente los videojuegos. Pero también escuché de otras personas que pasan por lo contrario. Si usan un videojuego muy complejo y con muchas variables al estilo de los de estrategia en tiempo real, luego de unas horas se sienten más cansadas que si no hubieran jugado. Estas discrepancias no son extrañas, otras personas seguro no sienten ningún cambio. Al igual que en los capítulos anteriores, una constante es la dificultad para agrupar las cosas que descubrimos de forma sencilla.

Lo primero que hay que decir es que, una vez más, este NO es un texto científico. Es más bien un gran compilado de conjeturas. Esto anterior solamente describe mi situación, y no hice nada para medir los resultados. Hagamos incluso el intento de por un momento aceptar que internet realmente dispersa nuestra atención. Seguramente lo mismo puede ser cierto de otras actividades. Tampoco puedo medir el alcance de esas otras actividades, y tampoco puedo medir si hay algún efecto acumulativo en las distracciones. Este no es un texto científico.

Esto me plantea otras preguntas que me resulta casi imposible responder. Por ejemplo: ¿Cómo podríamos hacer para saber si las distracciones que nos causa internet hoy nos vuelven más propensos a mayores distracciones mañana? Pregunta muy coplea, al menos para mi.

En contrapartida a lo anterior, si me interesa argumentar a continuación lo siguiente: no necesitamos saber con exactitud si internet nos dispersa o en que medida lo hace para empezar a actuar. Saber cómo nos afecta personalmente es más importante, porque nos va a ayudar a pensar mejor en cómo ordenar nuestro uso de la red.

Para un proyecto tan general, la mejor opción es generar nuestro propio dibujo de la situación y luego seguir desde ahí. Vamos a tratar de dibujar el mapa de como funcionan las distracciones según mejor lo permiten mis habilidades actuales. Y no existe mejor manera para seguir intentar explicando todo esto que con otros ejemplos descriptivos.

Pensemos en alguien que utiliza internet durante gran parte del día y que luego encuentra que tiene dificultades para mantener su atención en otras partes de su vida. Tenemos que primero pensar dos alternativas. Podemos pensar que esa distracción profunda puede ser culpa de la red, ya que la persona admite que la utiliza por largas horas. Pero también podemos pensar que esa falta de concentración puede deberse a muchas otras cosas más, que de igual forma le afectan en su capacidad para concentrarse.

Para el caso, bien podría ser que la distracción es causada por ansiedad, depresión, algún malestar físico o decenas de posibilidades extra. No podemos entregarle toda la culpa por nuestra dispersión directamente a internet, aunque hacerlo siempre suena tentador. Es una salida rápida después de todo, que nos ahorra pasar por un análisis más profundo.

Y el baile puede volverse todavía más complejo.

Lo que vuelve interesante para alguien a una tarea en particular depende de muchas circunstancias individuales. Encuentro por mi parte que actividades como pensar o estudiar son aburridas o difíciles de comenzar. Mientras que actividades como ver películas o navegar por internet las encuentro divertidas y fáciles de empezar.

Me resulta más fácil entonces concentrarme en actividades como visitar sitios web que en otras como estudiar. Pero esto también tiende a variar según la personalidad. Tal vez otra persona encuentra tanta diversión y facilidad en resolver ecuaciones, que ni todas las distracciones del mundo le dificultan la tarea.

En conjunto, no podemos culpar solamente a la red porque alguien encuentre más divertido navegar redes sociales que estudiar para un examen. Una de las dos actividades simplemente captura mejor su atención en relación a la otra. Pensado de esa forma, siempre le va a parecer que se concentra más fácil en ver videos que en resolver ecuaciones, siempre que la matemática no le procure diversión y los videos si.

Pero evaluar el asunto con nuestras precarias herramientas de filosofía se pone más difícil, como vamos a comprobar a continuación. El tema tiene más lados para analizar de los que pensaba en un principio.

Otros detalles sobre nuestra capacidad para concentrarnos

Algunas personas parecen tener más facilidad para poder saltar entre múltiples tareas muy rápido. Posiblemente esas personas tengan una sensación diferente de aquello que implica concentrarse con éxito en algo, ya que disfrutan de una mejor habilidad para mover su atención por distintas actividades. Para esos casos, la internet no les ofrecería muchos desafíos a lo que pueden hacer.

Dicho de otro modo, algunas personas pueden tener mayor habilidad para empezar y cambiar de tareas rápido una detrás de la otra. En ese hipotético caso el periodo de “enfriamiento” entre actividades es tan corto que no notan diferencia. Pueden ver un video en un sitio, revisar sus correos, y completar una planilla de su trabajo en una sucesión tan rápida que no encuentran merma en su capacidad. Estas personas tienen sus propias formas de lidiar con la información. En la misma secuencia de actividades alguien más encontraría el salto entre datos en la forma de un golpe directo a su atención.

Se desprende de todo lo anterior que también hay que considerar otros detalles de mucha importancia. Los lapsos de atención. La atención no se puede sostener de igual forma a lo largo del tiempo, parece como si se fuera agotando. Y podemos revisar esto con ejemplos.

Digamos que nos ponemos a ver una película de dos horas; vamos a notar que algunas escenas nos resultan fáciles de seguir, pero otras nos cansan y nos hacen empezar a pensar en otra cosa. No es extraño que los cines pongan un intermedio para los largometrajes más extensos, para permitirnos conseguir más golosinas y despejar nuestra atención. O algo parecido ocurre al estudiar, y por algo existen en las escuelas las pausas de recreo. Un concepto que entendemos fácilmente durante la primera media hora de estudio se puede volver confuso dos horas más tarde, cuando mantener la mente enfocada parece costar cada vez más de nuestra energía.

Lo tercero a considerar es el tema de la velocidad en que nos llegan los datos. La red nos da mucha información y nos pide que tomemos decisiones casi instantáneas. Mensajes que tenemos que responder rápidamente, temas que necesitan de nuestra opinión urgente, noticias que se vuelven antiguas en instantes pero que necesitamos saber de todas maneras.

Teniendo eso último en cuenta, seria fácil echarle la culpa a la red si encontramos que tenemos dificultad para concentrarnos en algo. Se forma algo así como un “cuello de botella” en nuestro cerebro, intenta entrar más información de la que podemos procesar. Ese tipo de embudo agotaría nuestra capacidad para prestar atención de un momento a otro.

Pero hay una posible respuesta en defensa a internet cuándo se la acusa de afectar nuestra concentración. Y eso es que el resto de la información generada dentro de la ciudad moderna no nos llega de una forma especialmente más despacio que la información que nos llega desde dentro de la red. La situación parece premiar la habilidad para saltar rápido entre temas.

Tenemos imágenes publicitarias por todas partes, televisión, una cantidad de diversión imposible de consumir en distintos formatos, teléfonos inteligentes, ciclos de noticias de 24 horas, conocimientos que quedan obsoletos en instantes si no nos actualizamos. Y muchas cosas más que compiten para que les hagamos caso sin pausa. Todo el contexto prácticamente exige nuestra atención constante solo para sobrevivir, por lo que sería injusto una vez más culpar solamente a la red por nuestra dispersión. El contexto de la tecnología en su conjunto se mueve en esa dirección que favorece y castiga la dispersión, según el momento.

Con todo, levanta sospechas que un tema como este se encuentra tan presente cuando se discute sobre internet. Tiene que haber algo en la web que la separa de todo lo mencionado antes en su potencial para distraernos. La red, como argumenté en el primer capítulo, es su propio mundo. Si tantas personas sienten que hay algo de cierto en el asunto, si se sienten cada vez con mayores capacidades para concentrarse a lo largo del tiempo, tenemos que al menos considerar el caso con mayor energía. Incluso en un contexto lleno de distracciones, internet aparece al tope de la lista en actividades que dispersan nuestra atención.

Por ejemplo, nunca encontré alguien quejándose de algo sentir problemas para concentrarse luego de… comer papas fritas por decir algo. La relación “papas fritas causan falta de atención en quién las consume” no parece muy popular. O al menos esa relación no es tan popular como la que nos dice “redes sociales causan falta de atención en el público”. Esa última combinación al menos si justifica una multitud de libros y cursos para analizar lo que ocurre.

Para peor, es difícil encontrar consejos en otras experiencias externas sobre el tema. Una vez que una comunidad en linea encuentra una explicación a un problema, suele desarrollar esa explicación hasta elevarla al nivel de una verdad indiscutible.

Es fácil de imaginar que los consejos que vamos a recibir siempre dependen de la conclusión central que aglutina a cada comunidad. Un foro puede convencerse de la necesidad de una total abstinencia de la red para recuperar la capacidad de atención, y va a recomendar eso a raja tabla. Entre tanto otro foro se convence de no encontrar ningún problema en la red, y recomienda dejar de buscar compulsiones donde no los hay para seguir disfrutando de la redes.

Por supuesto esto es una exageración, pero lo traigo para reforzar el punto de lo difícil que resulta encontrar buenas estrategias para problemas causados por la red dentro de la red. Es como pedir consejos para abandonar el alcohol en una pinacoteca. Y eso se extiende a este mismo texto, mis concejos no son ninguna verdad revelada. Ni siquiera tengo mucho éxito aplicando mis mismos consejos sobre mi mismo la mayoría de las ocasiones, o caso contrario en este momento sería un maestro en el arte de concentrarme a voluntad.

Para alcanzar una respuesta a todo esto, creo que desarrollar nuestro propio punto de comparación es muy útil. Por un lado, tenemos que descubrir si nos sentimos más “fuera de foco” luego de usar internet, en especial teniendo en cuenta el uso que le damos a la red.

Por ejemplo, puede ser que encontremos que volver a enfocar nuestra mente luego de pasar una hora en linea nos resulte más fácil que luego de pasar tres horas. Tal vez todo lo contrario. E incluso tampoco perdemos mucho si hacemos el experimento de variar nuestro uso de internet en lapsos de tiempo más largo. Ejemplo, chequeando como nos sentimos al realizar tareas más extensas luego de pasar un par de días con nulo o muy poco uso de la red. Los resultados pueden variar, pero al menos no se trata de experiencias muy costosas para llevar adelante. Si ya tenemos internet, solamente tenemos que prestar atención a cómo nos sentimos luego de usarla de tanto en tanto. Es cierto que los resultados van a ser subjetivos, pero al menos este inventario de situación puede ayudarnos a encontrar el equilibrio que buscamos.

La principal dificultad de todo esto es que ese estado, el de sentir que la red nos priva de la capacidad para dedicarnos profundamente en algo, es un estado muy difícil de describir. Pero esto no quiere decir que el estudio de nuestra relación con la red se detenga. Siempre podemos pedir ayuda profesional al respecto, en caso de sentir que el problema nos abruma.

Aunque por mi parte solamente puedo ofrecer conjeturas, voy a volver sobre este tema de las dificultades para concentrarnos y su relación con la red en otro capítulo del libro.

Bibliografía: Enigma internauta

Enlace para el capítulo 4

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